Guardia pretoriana de Felipe Calderón

El Universal
Jorge Zepeda Patterson

13 de mayo de 2007

Felipe ha leí­do a los clásicos. Originalmente la guardia pretoriana era un cuerpo militar al servicio personal del emperador romano. Con el tiempo fue utilizado no solamente en la guerra, sino también en la polí­tica. En esta semana se anunció la integración de un nuevo cuerpo de élite entre el Ejército, bajo la supervisión directa del Presidente. La buena noticia es que se tratará de un organismo especializado en el combate al narcotráfico. La mala es que también servirá para sofocar conflictos sociales. Lo primero es para aplaudirse, lo segundo para condenarse.

Nuestros cuerpos policiacos están colapsados por lo que respecta a la lucha en contra del narco. No sólo porque han sido penetrados o corrompidos, sino también porque carecen de la capacidad de fuego, armamento y margen de maniobra que exhibe el crimen organizado. Incluso los policí­as honestos terminan siendo ví­ctimas de un enfrentamiento desigual entre pistolas de un lado y armas automáticas, granadas y bazucas del otro.

No existe en la sociedad mexicana algún sector con capacidad real para librar esta batalla, excepto el Ejército. Es un dato de la realidad, nos guste o no. Yo he sido un crí­tico de la participación de los militares en esta guerra por los riesgos que representa para la sociedad mexicana: desde tentaciones de mayor protagonismo castrense en la polí­tica hasta peligros de corrupción entre los generales y la posibilidad de que el Ejército caiga en manos de los cárteles.

Involucrar al Ejército en el combate contra el narcotráfico implica asumir altos riesgos para la seguridad nacional; pero no involucrarlo y dejar "la cancha" libre al crimen organizado pondrí­a de rodillas al paí­s. Un duro dilema. Por eso es que es buena noticia la formación de este cuerpo militar especializado. Deja a los mandos y tropa regular al margen de esta lucha y por lo tanto los aleja de los riesgos de contaminación, y a la vez permite armar una fuerza con la inteligencia militar y capacidad de fuego igual o superior a sus rivales. No es la solución ideal (no las hay); habrí­a que asegurarse de que no se repitiera lo que pasó con Los Zetas, originalmente un grupo de élite del Ejército cooptado por los narcos. Pero con todo, la opción de Calderón limita daños y riesgos. Hasta allí­ todo bien.

Lo que resulta inexplicable e inamisible es que esta guardia pretoriana esté destinada, además, "al manejo de situaciones crí­ticas de perturbaciones o alteraciones de la paz social y seguridad pública para restablecer el orden y el estado de derecho". ¿Qué tiene que ver el combate al crimen organizado con la represión de grupos sociales inconformes? Se supone que son los granaderos con sus macanas y escudos la respuesta del Estado frente a grupos inconformes que rompen "el orden público". En teorí­a son cuerpos preparados para evitar un derramamiento de sangre cuando reprimen. ¿Qué propósito persigue utilizar a grupos de élite destinados a tratar a sicarios y capos, y dotados de metralletas, bazucas y granadas, para enfrentar a ciudadanos que expresan su insatisfacción?

El "uso personal" de una fuerza militar con atributos jurí­dicos para reprimir a grupos sociales es una medida fascista. Y no uso la palabra como adjetivo sino como descripción histórica. Justamente es lo que hicieron Hitler y Mussolini: dotarse de fuerzas de choque bajo su control para reducir a la disidencia.

Alguien podrí­a argumentar que esa es una referencia excesiva. Pero habrí­a que recordar que el paquete de reformas al aparato de justicia enviado por el Presidente al Congreso, otorga a los ministerios públicos renovadas atribuciones en contra de los ciudadanos y permitirí­a juzgar a los grupos inconformes bajo penas correspondientes al terrorismo.

Se trata de medidas muy ajenas a la filosofí­a que dio origen al PAN. Sus fundadores tení­an una enorme desconfianza de las atribuciones crecientes del Estado mexicano y la amenaza que eso representaba para las libertades de los ciudadanos comunes y corrientes. Resulta paradójico que el primer Presidente verdaderamente panista esté apertrechando al gobierno con recursos jurí­dicos y militares que reducen las garantí­as de los mexicanos. Particularmente porque el Poder Judicial sigue siendo un brazo del soberano y de sus necesidades polí­ticas. Para muestra basta recordar que una de las primeras aplicaciones de las nuevas y severas penas contra el secuestro (67 años de cárcel) fue librada hace unos dí­as a los lí­deres de Atenco, por haber retenido durante las horas de negociación a sus interlocutores.

La misma justicia que exoneró a Arturo Montiel y su riqueza obscena, termina equiparando a los lí­deres sociales disidentes con El Mochaorejas, con terroristas y con sicarios del narcotráfico. Ciertamente son personas que incurrieron en delitos en su afán de defenderse, pero es una lucha que nace en respuesta al intento de pagarles bicocas por los terrenos para un aeropuerto, en beneficio de los especuladores. Cuatro años después están condenados a pasar el resto de su vida en la cárcel. Una perspectiva brutal para todos los que consideramos que México necesita cambios profundos.

Polí­ticas de tolerancia cero pero sólo aplicable a lí­deres sociales y no a gobernadores delincuentes y cuerpos militares para asegurar "la estabilidad social", son acciones que revelan una estrategia de endurecimiento y autoritarismo que va a contrapelo de la apertura democrática que el paí­s vení­a transitando desde hace años. Se está usando el pretexto del narcotráfico para consolidar un Estado autoritario con mayores y crecientes atribuciones sobre la población civil.

El Estado mexicano carece de recursos polí­ticos y económicos para resolver los problemas de fondo de la sociedad mexicana (pobreza, desigualdad, inseguridad y falta de empleo). Es una incapacidad que va más allá de Felipe Calderón. Pero él ha creí­do que su responsabilidad es mantener la estabilidad, aun al precio de sofocar las expresiones de inconformidad que provocan nuestras carencias. Incapaz de atacar los problemas, cree que debe eliminar sus manifestaciones. La guardia pretoriana es una de sus respuestas.

www.jorgezepeda.net

Economista y sociólogo