Gobernadores, ¿ineptos o corruptos?

Serpientes y Escaleras
Salvador Garcí­a Soto
17 de mayo de 2007
El Universal

Cuenta el ex gobernador de un estado occidental de la República, que cuando llevaba apenas un mes en el cargo, un amigo suyo, abogado, le llevó un mensaje: Me pidieron que te dijera que hay gente interesada en ofrecerte un pacto. Que les des una audiencia y los escuches

A los pocos dí­as un enviado de los narcotraficantes llegó a su despacho. Llevaba un maletí­n que puso sobre el escritorio. Mis clientes le piden –dijo el mensajero–, que acepte usted esto y le proponen enviar, a donde usted indique, uno igual cada mes. Sólo piden que los deje trabajar en paz, sin ser molestados por sus policí­as En el maletí­n habí­a 500 mil dólares en efectivo, y en la versión del polí­tico, que hoy ocupa una curul legislativa, su respuesta fue inmediata: Diles a tus clientes que no acepto pactos. Que no les pido nada, y que si ellos no me hacen escándalos ni me alteran el orden, yo no me meto. Pero que a la primera que armen, entonces sí­ voy a actuar

La misma escena la han vivido otros gobernadores; no todos responden igual a las tentadoras ofertas de los capos. Y aún si ellos se hubieran negado –cosa que no todos hicieron–, los ofrecimientos seguro llegaron también a miembros de su gabinete, procuradores, secretarios de Seguridad, jefes policiacos. ¿Cuántos han rechazado los maletines, cuántos los aceptaron, cuántos pagaron con la vida aceptarlos o rechazarlos?

Detrás del caos y la crisis que vive hoy en dí­a el paí­s por la violencia del narcotráfico está el descontrol y la ineptitud del gobierno de Vicente Fox, que no supo cómo enfrentar la ruptura de equilibrios del narcotráfico que sobrevino al fin del régimen prií­sta; pero también responsables de esta descomposición, que hoy suman más de mil ví­ctimas en ejecuciones violentas, son los gobernadores que nada hicieron para evitar la corrupción e infiltración de sus policí­as estatales y locales en este problema.

A partir del 2000, al pulverizarse, con la llegada del PAN a la Presidencia, los pactos y acuerdos que tení­an y les daban protección federal, los capos de la droga iniciaron una estrategia directa de cooptación a policí­as tanto municipales como estatales para que les dieran protección y se volvieran sus empleados.

Así­ comenzó el caos y es inevitable preguntarse: los gobernadores, ¿no se percataron de lo que sucedí­a o se hicieron de la vista gorda mientras el cáncer avanzaba en las corporaciones y dependencias bajo su mando y responsabilidad?

Porque no se registró un solo caso visible de una depuración total de policí­as locales, destituciones de jefes o funcionarios de alto nivel en los estados. Por el contrario, gobernadores como Eduardo Bours, de Sonora, por citar un caso, mantienen contra viento y marea a funcionarios como su procurador, Abel Murrieta Gutiérrez, a pesar de denuncias y señalamientos públicos en su contra.

Varios gobernadores, de Lázaro Cárdenas a Fidel Herrera o Zeferino Torreblanca, supieron desde su llegada al cargo del nivel de infiltración y corrupción en las policí­as. ¿Tomaron acciones contundentes? No, minimizaron los hechos y cuando empezaron las ejecuciones y la violencia en sus estados dijeron que eran hechos aisladosá, para meses después clamar desesperados por apoyo federal y operativos militares para sus entidades.

En muchos casos la legislación les impide actuar a fondo en contra de los delitos del ámbito federal, pero también es una realidad que, escudados en eso, muchos gobernadores toleran, solapan o hasta llegan a participar de la corrupción que sustenta la vasta red del narcotráfico que hoy tiene al paí­s sumido en un caos de violencia y muerte.

Notas indiscretas... Ayer a las 7 de la noche comenzó en la Torre del Caballito, sede del Senado, una reunión entre los gobernadores de Jalisco, Emilio González, y de Colima, Silverio Cavazos, para tratar de llegar a un acuerdo sobre el conflicto de lí­mites que sostienen desde hace años los dos estados y que ha provocado tensión en las regiones costeras que están en disputa. Los dos mandatarios se sentaron a la mesa junto a los senadores de sus entidades. Al cierre de esta columna la reunión seguí­a la discusión y no habí­a acuerdos... Los dados se ensañan. Serpiente doble.