Carta de Zhenli Ye Gon

Redacción
El Universal
Ciudad de México
Lunes 16 de julio de 2007

(Primera de dos partes del documento de 17 hojas que el empresario chino mexicano distribuye entre sus socios, amigos y autoridades de Estados Unidos. Busca mañana el complemento de este texto que originalmente apareció en inglés)

A quien corresponda:

Esta carta sirve para informar que nuestra firma legal representa al señor Zhenli Ye Gon (también conocido como Charley Ye) y a su corporación United Pharmaceuticals.

Recientemente, han surgido reportes negativos en periódicos e internet sobre nuestro cliente. Estos reportes, así­ como cualquier afirmación negativa contenida en los reportes no son verdad. Tenemos razones para creer que nuestro cliente es ví­ctima de funcionarios mexicanos corruptos y estamos pidiendo que se realice una investigación internacional. No estamos enterados de que ningún cargo criminal haya sido jamás presentado contra nuestro cliente y, si en algún momento es acusado de algún delito, tenemos confianza de que será reivindicado en un tribunal estadounidense.

Por favor, siéntase con la libertad de comunicarse con nuestra firma legal para cualquier pregunta o preocupación.
Muy atentamente
Martin F. McMahon

Los millones en efectivo escondidos

La enorme cantidad de efectivo decomisada en mi casa no es lo que se llama dinero de las drogas. Estos son y fueron fondos secretos del partido polí­tico usados para la campaña presidencial mexicana, para comprar armas y financiar actividades terroristas. Soy una ví­ctima inocente y fui chantajeado para tener estas participaciones en la corrupta polí­tica de México. También soy un testigo y debo exponer la verdad detrás de esta conspiración polí­tica maligna para que se me haga justicia a mí­ y a mi familia, al mundo y reclamar mi inocencia.

En mayo de 2006 un cliente que apenas habí­amos conocido de otra ciudad estaba interesado en nuestra compañí­a y querí­a reunirse. Tení­amos una cita a las 4:30 pm, pero la reprogramó dos horas después debido al tráfico. Llegó con otro hombre y otra mujer por la noche, alrededor de las 7:30 y luciendo bien vestido. Habló solo conmigo en mi sala de conferencias y dijo que era muy famoso en la industria farmacéutica. Todos sabí­an que estaba literalmente construyendo la fábrica farmacéutica de mayor escala en México y estaba muy complacido de poder reconocer a un empresario tan joven y prometedor. También dijo que esperaba que pudiera hacer mi mejor esfuerzo por México; ahora es el mejor momento para escoger inteligentemente al presidente mexicano correcto y espero que pueda aportar el entusiasmo que tuvo hace dos años para ayudar al partido gobernante PAN a ser designado nuevamente; durante ese tiempo fue no sólo senador honorario de nuestro partido sino también una fuerte causa apoyada por nuestro gobierno. Usted sabe que la economí­a y la polí­tica son como un par de zapatos que siempre deben combinar, y así­ por el estilo.

Al principio pensé que querí­a que apoyara a su partido polí­tico con dinero porque en los últimos dos años hice un esfuerzo para ayudar a financiar exitosamente la campaña del PRI al gobierno del estado de Veracruz. Por lo tanto, también obtuve las calificaciones de senador honorario del partido mexicano PRI y tengo dos credenciales conmigo, y todos, incluyendo mis clientes chinos y estadounidenses, sabí­an que era senador nacional mexicano honorario. Cuando le pregunté cuánto necesitaba para apoyarlo, me dijo: nuestro partido el PAN tiene mucho dinero; sólo pedimos que coopere con nosotros. Les pregunté cómo podí­a cooperar y me dijo que simplemente era como bailar: usted da un paso y yo otro. Entre más lo escuchaba más me confundí­a porque mi español no era lo suficientemente bueno para entender el significado. Cuando se dio cuenta de que parecí­a perplejo, miró significativamente, como dándole una orden, al asistente de afuera para que llevara dos maletas. Abrió una de las maletas y estaba llena con billetes de 100 dólares. Estaba conmocionado; no dije nada y lo miré con recelo. Como conoce nuestras caras y nuestro secreto, sólo tiene dos opciones ante usted: cooperar o lo decapitaremos porque no hay de otra. No sólo está poniendo su propia vida en riesgo, sino la de su esposa y sus dos hijos también porque sabemos lo que hacen y en donde están cada minuto, así­ que por favor tome su decisión cuidadosamente. En esas circunstancias, no tuve otra opción más que cooperar. Pregunté qué tení­a que hacer y si era peligroso. Dijo que no habrí­a ningún peligro en absoluto; sólo guarde el dinero para nosotros en su casa.

Les dije que de ninguna forma iba a guardar el dinero en mi casa porque mi esposa y mis hijos estaban en mi casa. Dijo que mi esposa y mis hijos no estaban en casa en ese momento y que no regresarí­an todaví­a porque estaban comiendo en el restaurante de mi familia. Sabí­an todo y no tuve más opción más que hacer lo que querí­an que hiciera.

Cuando salí­ de mi oficina, me dijo que siguiera el auto de su asistente Luis, el hombre que llegó con él. Luis y su chofer pusieron las dos maletas en el carro verde con placas diplomáticas y detrás nos escoltaba un vehí­culo policial.

Mientras manejaba, me percaté de que conocí­an muy bien el camino a mi casa, porque tomaron más atajos que los que normalmente tomaba al conducir a mi casa. Llegamos muy rápido y empezaron a descargar las maletas y se dirigieron directamente a mi casa, subiendo las escaleras al dormitorio principal. Luego abrieron las puertas de espejo y localizaron detrás lo que es una bodega oculta. Les pregunté cómo y por qué sabí­an esto tan claramente.

Dijeron que habí­an estado atentos a mí­ y a mi familia por mucho tiempo y más vale que coopere bien con nosotros porque el futuro de usted y su familia depende de ello.

Esta vez pusieron cinco millones de dólares en efectivo y les pregunté si necesitaban contarlo. Dijeron que no era necesario porque creemos que no lo va a perder. Después de esto, vinieron frecuentemente y siempre alrededor de las 9:00 pm con escoltas de vehí­culos policiales para descargar las maletas en la bodega de nuestra compañí­a y luego llevar el dinero a mi casa, mientras mi esposa llevaba a los niños al restaurante a cenar. En promedio, llevaban cinco maletas, cada una con entre dos y medio y tres millones de dólares, y la mayorí­a en billetes de 100 dólares.

Tras varios contactos con ellos, empecé a conocerlos gradualmente, en especial a Luis: un hombre alto con pelo negro corto, piel morena clara, grandes ojos redondos y una pequeña marca negra del lado izquierdo de la boca. Un dí­a le pregunté a Luis de donde vení­a el dinero y para qué era. Me dijo esta no es la primera vez que te lo decimos: es para la elección presidencial de México. No harás esta clase de preguntas otra vez; sólo trabajo para mi jefe.

También le pregunté el nombre de su jefe. Me contestó que no tení­a que saber su nombre y sólo debí­a contactarlo a él. Pero después supe por su conversación que el nombre de su jefe era Javier Alarcón. Tiene más de 40 años, pelo negro, cejas pobladas, vello grueso en cara y brazos, nariz muy larga y usa lentes transparentes de marca Cartier. Su apariencia recuerda mucho a los nativos de Medio Oriente.

Nunca esperé que pusieran más cantidades de efectivo en junio y especialmente en julio. Colocaron montos masivos de efectivo en mi casa. Mi bodega estaba llena con sus maletas y por esta razón tuve que comprar varios gabinetes de metal para colocar su dinero y devolverles esas sucias maletas de viaje. Según lo que dijo Luis, habí­a 150 millones de dólares estadounidenses en mi casa en ese momento y querí­an poner más dinero y otras cosas en mi casa en tanto hubiera espacio disponible. Esto me molestó mucho por la razón de que mis hijos y mi sirvienta siempre andaban caminando por la casa. Les dejé en claro que después de que se eligiera al presidente de México, tení­an que sacar el dinero.

Después de eso el partido de oposición externó la opinión de que la elección presidencial en curso era injusta y estaba corrompiendo las leyes, y solicitó que los votos se examinaran otra vez. Luis me pidió entonces guardarles el dinero otro tiempo mientras todo México aceptaba a su nuevo presidente. En agosto me inquieté profundamente porque los vi descargando más maletas y un camión que llevaba cuatro largas cajas militares de metal. Primero pensé que las cajas metálicas también contení­an dinero. Le dije a Luis que estas largas cajas metálicas ocuparí­an demasiado espacio y que por favor las desarmara. Luis dijo que no era dinero y luego usó una señal con la mano para ilustrar que era un misil para dispararle a aviones y que también colocarí­an estas armas en mi casa. Tras escuchar esto, sentí­ miedo y les rogué perdonarme y que no pusieran estas armas en mi casa porque era muy peligroso. También le mencioné a Luis que su jefe habí­a dicho una vez que sólo ayudarí­a a guardar el dinero, no alguna otra cosa peligrosa.

Luis llamó por teléfono a su jefe y no colocaron las armas en mi casa después de todo. Desde ese dí­a, me quedé escondido en mi casa por mucho tiempo. En repetidas ocasiones le pedí­ a Luis que se llevarán el dinero tan pronto como fuera posible, que mi familia ya no podí­a aguantar esa devastación, pero se negaron y me amenazaron diciendo que si sacaba el dinero matarí­an a mi familia. No podí­a hacer nada más que esperar su arbitraria manipulación con impotencia y obediencia.

A mediados de septiembre aproveché que tení­a que pagar los salarios del personal de mi compañí­a y trabajadores del sitio de construcción para sacar algo de dinero. No lejos de mi casa estaban dos vehí­culos policiales e inmediatamente bloquearon mi auto y me dijeron que las placas eran falsas y que debí­a seguirlos a la estación de policí­a. Pero no me llevaron a la estación; en lugar de eso me llevaron a un estacionamiento lejano, me robaron todo el dinero y el teléfono celular, me apuntaron con una pistola y me obligaron a salir de México de inmediato.

Dijeron que si en un plazo de 10 dí­as me seguí­an viendo en la ciudad de México me matarí­an. No tuve opción más que salir de México y refugiarme en Estados Unidos aunque aún tení­a muchas cosas que hacer en México.

A principios de octubre, regresé sigilosamente a México porque la construcción me exigí­a estar ahí­ porque habí­a muchas cosas que tení­a que hacer personalmente. La selección y la compra de maquinaria y equipo, los numerosos modelos, el personal involucrado, las finanzas, la enorme cuenta corriente, el registro de fármacos, la petición de autorización, la lista detallada de los fármacos para la secretarí­a de Salud de México y los farmacéuticos; todo esto necesitaba de mi atención.

Puse toda mi energí­a en la construcción de la fábrica farmacéutica y, con todo esto en marcha, también seguí­ pidiendo constantemente a Luis que se llevaran su dinero tan pronto como fuera posible, pero no me hicieron caso.

A mediados de octubre, en forma secreta coloqué un millón y medio de dólares en efectivo en mi auto, sin poder ir más allá de tres calles. Esta vez fui interceptado por la policí­a federal de investigaciones de México. Dos policí­as se sentaron en el asiento trasero de mi auto y apuntaron sus pistolas a mí­ y a mi chofer para seguir manejando, mientras su vehí­culo policial nos seguí­a. En unos 10 minutos nos detuvimos en un área retirada con muchos árboles.

Toman mi identificación y mi teléfono celular y encuentran el efectivo en el paquete. Luego me apuntan otra vez un arma y me dicen que cómo podrí­an resolver este problema. Según mi experiencia de muchos años con la policí­a de México, la mayorí­a de ellos son corruptos y se muestran codiciosos al ver dinero; esta vez vieron una cantidad muy grande. Le dije al policí­a joven que podí­an tomar el dinero y simplemente dejarme ir. Habló por el intercomunicador y dijo jefe tenemos el asunto así­ que por favor dénnos instrucciones. No podí­a escuchar lo que le estaban diciendo al policí­a y sólo me di cuenta de que el policí­a joven seguí­a las instrucciones telefónicas rigurosamente.

Finalmente se robaron todo el dinero y me advirtieron que cuando recibiera una carta con tres estrellas negras debí­a responderles en un dí­a. Si recibí­a una carta con tres estrellas rojas, entonces debí­a responderles inmediatamente. También me dijeron: esta vez debes salir de México e irte a cualquier parte excepto Estados Unidos y también hacer más lenta la construcción de la fábrica. Muchas personas te están viendo y sabes que conocemos todos tus movimientos; necesitas nuestras protección así­ que deja que cooperemos bien. Luego dijeron que me podí­a ir.

Después de regresar a mi compañí­a, le dije a Luis inmediatamente lo que habí­a pasado esa mañana. Dijo que nadie me habí­a autorizado a sacar el dinero y que si simplemente lo guardaras en tu casa nada de esto habrí­a sucedido. Luego le pregunté cómo sabí­a la policí­a que salí­a en ese momento y si él me estaba vigilando todo el dí­a. Le dije que me estaba volviendo loco y que por favor retirara todo el dinero de mi casa.

Luego se disculpó porque estaba ocupado y dejó de hablarme. Una semana después, recibí­ una carta con tres estrellas negras en mi compañí­a y después entré en contacto; querí­an que partiera a Guatemala de inmediato. Pensé dentro de mí­: por qué me pedirí­an ir a un paí­s que no conocí­a. Sus motivos me eran desconocidos y no podí­a ir all Finalmente elegí­ Estados Unidos porque al menos este paí­s tiene un sistema legal y una sociedad que da a la gente la oportunidad de hablar. Todos los años en el cuarto trimestre de la temporada, es la época más ocupada para nuestra compañí­a y el sitio de la construcción. Nuestro edificio de preparación de hormonas y el taller de sí­ntesis farmacéutica estaban cerca de quedar terminados, y la planta, el hotel y la cafeterí­a estaban rápidamente casi terminados.

Realmente no querí­a salir de México sabiendo que habí­a tantas cosas que necesitaban mi atención. Esa noche le dije a Luis lo que habí­a ocurrido en el dí­a y le pedí­ que me ayudará a través de Javier para tratar de impedir el acoso policial.

El dí­a siguiente a las 2:00 pm, Luis aceptó verme en el café La Habana y lo esperé mucho tiempo. Dijo que en ese momento el nuevo gobierno estaba muy ocupado formando un gabinete y que su jefe no podí­a venir, pero que ya habí­a conocido al jefe de la policí­a y que todo debí­a estar bien. También dijo esta vez transferimos algo de dinero a tu cuenta en el extranjero. Si vas a Estados Unidos, es mejor que te quedes en Las Vegas, pero debes esperar nuestro aviso antes de regresar a México. Tuve miedo de que Luis usara el nombre de mi compañí­a para transferir el dinero sucio, así­ que antes de irme le pedí­ a la empleada de mi compañí­a estadounidense, la señora Zhou, que investigara si habrí­a algún problema si llegaba a Estados Unidos. Su respuesta fue explí­cita de que no habrí­a problema, así­ que el último dí­a de octubre salí­ de México para asistir a la Exposición de Empaques de Chicago.

A mediados de noviembre, intencionalmente perdí­ todo el dinero de Luis en el Casino y lo confronté diciendo que debí­a regresar a México. Me dijo: el dinero que te enviamos era para que disfrutaras tu estancia en el casino y no para perderlo, así­ que trata de recuperar el dinero.

Le respondí­ que no tení­a dinero así­ que cómo podí­a recuperarlo. Dijo que le preguntarí­a a su jefe y que intentarí­a transferirme dinero otra vez pero tení­a que quedarme en Las Vegas y matar el tiempo lentamente hasta que se eligiera al presidente de México; entonces puedes regresar.

Fui secuestrado por la policí­a dos veces, amarrado por gángsters locales una vez y amenazado con una pistola en la cara innumerables veces; todas estas experiencias dolorosas que sufrí­ serán por siempre inolvidables. Querí­a y decidí­ que toda mi familia y yo emigráramos a Estados Unidos para empezar una nueva vida.

A través de una inmobiliaria en California, pudimos encontrar un terreno de uso industrial y nos estábamos preparando para invertir en una fábrica farmacéutica totalmente nueva y modernizada. El terreno estaba localizado en Valencia City y nuestro primer proyecto era establecer tres lí­neas para producir bolsas de infusión y tres lí­neas para procesar jeringas desechables por tipo de asiento.

No lo recuerdo claramente, pero un dí­a en noviembre mi esposa me informó por teléfono que habí­a recibido un paquete y dentro habí­a una carta con tres estrellas negras, conteniendo la baterí­a de un teléfono celular y una tarjeta SIM. Le dije que usara la baterí­a en otro teléfono celular primero para tratar de identificar el modelo y ver que aparecí­a. Dijo que habí­a mensajes pero desconocí­a la clave, así­ que no podí­a escucharlos.

Dijo que parecí­a que tení­a alguna información de domicilios similar a mi teléfono anterior. Pensé que quizá la policí­a habí­a regresado el teléfono que me quitó antes. Unos minutos después, mi esposa me llamó otra vez y me dijo que encontró el número del teléfono en la parte de atrás de la carta. Así­ que les hablé con el teléfono y quien me respondió fue el policí­a joven.

Me dijo que habí­an revisado mi cargamento y que el resultado del examen era seudoefedrina. ¿Necesita que le resolvamos el problema? Les dije que era imposible y que no importaba nada de eso. Aduanas habí­a seguramente cometido un error. También me dijo que su personal estaba esperando su regalo de Navidad. Le dije que no podí­a transferir fondos a México. ¿No se suponí­a que iba a salir de México? Dijo que esa demanda no era suya; es el jefe el que querí­a que te fueras. Dijeron que todos los bienes que importe tu compañí­a tienen que ser reportados y tu importaste productos quí­micos que han sido identificados como narcóticos; necesitan indagar hacia dónde van las drogas. Eres el empresario chino más poderoso de México, eres demasiado atractivo.

Le dije gracias por tu amabilidad de contarme la situación; los recursos de nuestra compañí­a realmente tienen algunas dificultades por el momento, pero no te dejaré sin nada. Le dije que dos dí­as después tendrí­a su regalo de Navidad de mi compañí­a y le pregunté su nombre.

Vaciló un rato y me dijo que simplemente le llamara Sánchez. Supe que no era su verdadero nombre pero no insistí­ en preguntarle otra vez. Unos dí­as después, no supe quien le pasó la información a mi esposa, ella me habló y me regañó diciendo que me habí­a engañado el policí­a negro y si saben que tienes dinero siempre encontrarán pretextos para pedir más dinero frecuentemente. También me dijo que si se comunicaban a nuestra casa otra vez no me dirí­a su número de teléfono.

A principios de diciembre, mi familia habí­a recibido otra vez una carta con tres estrellas negras, pero mi esposa no hizo nada al respecto y no me pasó el número telefónico.

Tres dí­as después, mi familia recibió otra carta con tres estrellas rojas. Le dije a mi esposa que debí­a comunicarse conmigo de inmediato o de otra forma nuestra familia estarí­a en peligro. Pero de todos modos no me dio el número telefónico y en su lugar le pidió a su chofer Alejandro que los viera y acordaron reunirse con él por la noche en un sitio asignado.

Le pidieron a Alejandro que colocara una pluma en su oreja como señal a fin de confirmar que era él por motivos de seguridad. También le sugerí­ a mi esposa que lo siguiera en otro auto por si algo pasaba. De acuerdo con la respuesta que recibí­, Alejandro y el grupo de policí­as parecí­an conocerse todos. Me pasaron la información de que el cargamento era seudoefedrina y que tení­a que gastar mucho dinero o habrí­a un desastre.

Les dije otra vez que los bienes importados no eran seudoefedrina, sólo quí­micos intermedios y que habí­an cometido un error. Varios dí­as después, la televisión mexicana reportó que nuestra compañí­a habí­a estado introduciendo seudoefedrina de contrabando. La mañana siguiente le llamé a Luis y le conté que la TV tení­a reportes imprecisos sobre nuestra compañí­a y luego Luis me preguntó si introducí­a o no narcóticos. Le dije que nunca habí­a visto o tocado narcóticos en mi vida.

La anterior oficina de aduanas también dijo que nuestra compañí­a importaba seudoefedrina y narcóticos. Le dije a los quí­micos de mi compañí­a que explicaran cómo estos quí­micos se podí­an aplicar a estas cosas y a través de la TV reportaran que algunas personas querí­an incriminarme.

Le pregunté a Luis si le podí­a pedir a su jefe que me ayudara para aclarar las cosas y que se llevara su dinero tan pronto como fuera posible. Si la policí­a entrara a mi casa estarí­a en graves problemas y simplemente no podrí­a devolverle su dinero. Luis estuvo de acuerdo y me dijo que no fuera impaciente y que querí­an ayudar.

Entretanto, llamé al fabricante chino Chifeng Arker Pharmaceutical y aclaré con ellos en repetidas ocasiones si habí­a algún error o equivocación con los productos elaborados. Me dijeron que era imposible que cometieran algún error y que aduanas tení­a una declaración detallada que establece el producto a exportar en el certificado de embarque. No permitirí­an que esa sustancia estrictamente controlada fuese exportada; si exportaban ese producto sin licencia, habrí­a responsabilidad legal.

Es extraño que desde que estos hechos ocurrieron, ni la estación de TV mexicana, ni reporteros, policí­as o funcionarios del gobierno han venido a investigar o a hacer entrevistas a nuestra compañí­a y fábrica.

Pero afuera de mi casa el número de personal de vigilancia se habí­a incrementado, mientras nuestra situación de trabajo estaba sin cambios, como si nada hubiera pasado nunca.

La Navidad estaba por llegar. Un dí­a recibí­ una llamada telefónica de Luis y me instruyó esperar en el McDonald’s frente al hotel a las 12:00 pm y colocar mi teléfono celular sobre la mesa. Varios minutos después, un hombre joven se acercó a mi asiento , intercambió su teléfono celular por el mí­o y me dijo que alguien me buscarí­a, que por favor esperara.

Unos minutos después, Luis me llamó y me dijo que mi cuarto de hotel estaba lleno de micrófonos por lo que debí­amos hablar afuera. También me dijo que mi asunto ya se habí­a arreglado y los policí­as que te hicieron eso fueron sustituidos y la estación de TV no volverí­a a mencionar el asunto.

También me dijo que no tení­a nada de qué preocuparme y que celebrara el Año Nuevo. Le pregunté otra vez cuándo se llevarí­an el dinero de mi casa. Me dijo que ya me habí­a indicado que cuando nuestro nuevo presidente asumiera el cargo retirarí­an el dinero, y te sentirás aliviado de que la policí­a no buscará lí­os otra vez; por cierto, debo decirte que voy a tomarme unas vacaciones; si hay algo más por favor comuní­cate conmigo en enero.

En la ví­spera de Navidad, mi esposa le pidió a su chofer Alejandro ir a casa y recoger algo y esperó mucho tiempo a que regresara al restaurante. Dijo que tan pronto como llegó a casa, alguien robó su teléfono Nextel y corrió con él sin hacer nada más. Pensé que esto era inconcebible porque Luis acababa de intercambiar el Nextel conmigo. Ahora se llevaban el teléfono Nextel del chofer de mi esposa. ¿Qué quieren hacer?

Finalmente, el Año Nuevo estaba por venir y en enero el nuevo presidente de México asumió oficialmente el cargo iniciando un viaje de seis años. Espero fervientemente que el nuevo gobierno mexicano pudiera cumplir su compromiso de campaña: México emprenderá un nuevo desarrollo nacional integral y se transformará en un paí­s próspero.

Después de todo, he estado viviendo en México durante 16 años; mi familia, amigos y empresa están ahí­. La mayorí­a de mi riqueza también fue acumulada ahí­, incluso mis dos hijos nacidos estadounidenses estudiaban ahí­ y yo era senador honorario.

Así­ que consideraba a México mi segundo paí­s natal y debí­a desarrollarme ahí­, en México. Este pedazo de tierra crearí­a una nueva era en la industria farmacéutica; debí­a establecer la empresa farmacéutica latinoamericana con una imagen totalmente nueva.

(Busca mañana la segunda parte de esta carta, en la que Ye Gon argumenta sus actividades de este 2007)

jcm