
Elección presidencial: queremos certidumbre y confianza
Submitted by nadezhda on Lun, 07/10/2006 - 08:38
Fecha: 2006-07-10 Hora 10:19:08
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Jaime GARCíA CHÁVEZ
I
En medio de un escenario mediático –a través de agencias informales se conocieron previamente las cifras finales– se proclamó, con violación de la ley, el apretadísimo triunfo de Felipe Calderón Hinojosa. Con un 35.89 por ciento, frente a un 35.31 de Andrés Manuel López Obrador, se quiere pavimentar la llegada del michoacano al Palacio Nacional. La calidad de la elección y sobre todo las conteo final no genera ni certidumbre ni confianza a los mexicanos para encarar todos los grandes retos de la República en el futuro. Nuestra nación está dividida y polarizada. La escisión no nada más es geográfica, también se expresa en la pobreza, la clase social, la cultura y aun la etnia. Quien gobierne lo hará con el 20% de apoyo de los ciudadanos empadronados. Cifra que de suyo no habla en favor de un gobierno representativo y de amplio consenso social y esta es otra de las razones de la desconfianza que impera en el sentir de buena parte de la sociedad mexicana. De ahí que es indispensable que los demócratas de este país –con y sin partido– y en la trinchera que ocupen, se hagan cargo de que no hay democracia posible sin cultura de la juridicidad que impone respeto al derecho que tienen los partidos y los candidatos a emplear todos y cada uno de los recursos legales previstos para esclarecer un resultado electoral.
Es menester hacerse cargo de que si bien la ley establece y precisa obligaciones y derechos, la misma se fortalece cuando, actuando con largueza, se prodigan más beneficios derivados de su espíritu y esencia en favor de la certidumbre de un incierto resultado. Soy político y tengo partido, pero antes soy ciudadano y amigo de la verdad y por esa razón simpatizo con la impugnación que ha anunciado Andrés Manuel López Obrador y sostengo que a nadie le debe molestar que se cuenten y recuenten los votos para que todos estemos ciertos del resultado y, si esto vale como principio general, no encuentro razón alguna para que el que se dice triunfador se niegue a la verificación de la votación voto por voto. En principio tendríamos que reconocer que tal mecanismo conduciría a su triunfo total si coincide con los números en que se ampara. Su recelo está bajo sospecha, máxime que la apertura de los paquetes no está prohibida por la ley y hacerlo facilita la concordia, legitima y permite unir a la República frente al peligro de la división.
Si bien es cierto nuestra joven democracia está frente a un acontecimiento inédito, sin precedentes, también lo es que las democracias en el mundo ya han pasado por esa historia y han salido bien libradas. En gran parte porque los actores políticos no se han obsecado a favor de la opacidad y sí, en cambio, optaron sin miedo por la claridad sin cortapisas. Recientemente en Italia se dispuso un recuento que falló a favor de Romano Prodi contra Silvio Berlusconi, con una diferencia del 0.43 por ciento. De igual manera, para poner un ejemplo de nuestro continente, Oscar Árias se hizo de la presidencia costarricense a través de un nuevo conteo de votos que le favoreció con una ventaja de 0.41 por ciento, dejando atrás a Othón Solís. En ambos ejemplos, disponer del recuento no ofendió a nadie, no torció ley alguna y se convirtió en la más poderosa herramienta de la legitimidad, prodigando fuerte ejemplo de ejercicio democrático.
¿Por qué entre nosotros no puede ser así? Ya estamos cansados de la recurrente satanización sufrida por quienes amparándose en la ley ejercen sus recursos. Es inadmisible que en nuestro país quienes desean cumplir la ley se les personifique como contumaces adversarios del estado de derecho, cuando lo contrario es la verdad.
II
Con tal premisa y luego de haber examinado los muchos pronunciamientos de los más destacados intelectuales y analistas políticos del país (simpatizantes y adversarios de AMLO), sostengo que el cerrado resultado electoral no permite a los principales aspirantes proclamarse como vencedores, por lo que apoyo la decisión de impugnar la elección presidencial ante las instancias jurisdiccionales que la Constitución de la República establece. Esta decisión la fundamento en las grandes dudas que el propio proceso electoral arroja, entre las que destacan: fracaso del PREP, ocultamiento de actas amparando más de dos y medio millones de votos, y la reiterada y sistemática negación de abrir paquetes amparados con actas inconsistentes.
Esta vía de revisión la permite la Constitución e, insisto, jamás el ejercicio de un derecho se puede descalificar, máxime cuando está de por medio la competencia institucional por el poder y la representación política, temas centrales de nuestra larga transición que si no se solventan ahora impedirán un sólido inicio de la consolidación democrática. Pareciera que estamos condenados a no encontrar la democracia jamás. Seríamos un esforzado país similar a Sísifo, el mítico personaje que elevaba a la cima de un monte una pesada piedra solo para constatar cómo la misma se despeñaba hasta el fondo, una y otra vez.
Admitámoslo la única fuente de legitimación es el voto ciudadano y por eso se debe revisar la elección voto por voto. No es correcta y mucho menos prudente, la configuración de escenarios mediáticos para consolidar la candidatura panista. Aquí no vale ni rociar con agua bendita a Calderón Hinojosa, ni la buena voluntad que Madrazo le tenga ahora, ni la opinión de los gobernadores tricolores, ni el comportamiento de los inversionistas en la Bolsa Mexicana de Valores, ni el regusto dominical en el campo de golf de los empresarios. Para levantar la mano al vencedor hay instituciones y se deben poner en acción, que las instancias electorales funcionen a plenitud –especialmente las de índole jurisdiccional– las únicas ahora que tienen la palabra en esta grave encrucijada nacional. Así sea pagando el costo de abrir paquetes, revisar los votos, escudriñar inconsistencias y actuar con los correctivos que obligan, a un mismo tiempo, los principios constitucionales rectores en esta materia, las previsiones de la ley, el sentido común y hasta la sana crítica. Esto se llama transparencia, lo contrario es opacidad. En esencia, debiera ser el postulado democrático del que ahora se proclama vencedor. Si está seguro de su triunfo, ¿a qué le tiene miedo?
Lo ha dicho magistralmente el analista José Antonio Crespo: Si yo fuera Felipe Calderón... trataría de consolidar y legitimar al máximo mi victoria electoral. Recordaría que Maquiavelo decía que, si bien es cierto que la mentira y la simulación son buenas compañeras del éxito político, en ciertas condiciones la verdad y la transparencia pueden serlo mucho más. Si yo estuviera seguro de mi triunfo, sabiendo que el PRD y sus partidarios dudan de él, le daría tanta claridad como fuese posible. Así lograría pleno reconocimiento a mi futura Presidencia, quitándole al PRD todos sus argumentos para cuestionar mi victoria, estrecha, pero genuina. Razonaría que eso podría lograrlo aceptando la petición de los perredistas de abrir los paquetes electorales, a fin de disipar toda sombra de duda acerca del proceso electoral y mi legítimo triunfo. Así, voto a voto, ya nadie se cuestionaría que yo hubiera ganado en buena lid. Ni el mismo Andrés López Obrador, que se vería obligado, ahora sí, a levantarme la mano. Pensaría que si los observadores internacionales proponen esa medida, es porque su experiencia en varios países potencialmente conflictivos así se los dict
¿Cómo podrá Calderón contestar a las interrogantes que abre el muy serio politólogo? El tiempo lo dir III
A su vez el PRD, como instituto político, enfrenta un momento crítico y muy delicado. Mi partido, preciso es reconocerlo, ha obtenido el mayor número de votos de su breve historia. De hecho es una hazaña. Hemos captado la simpatía de millones de personas. Por ello, es indispensable canalizar institucionalmente nuestras demandas, mostrar sensatez y enviar un mensaje a aquellos que no vieron en nosotros su primera opción de que sí somos capaces de comprometernos con la legalidad. Recordemos que la democracia es generosa con los moderados y que no es el momento de arengar a la multitud con las palabras que la multitud quiere escuchar para conquistar un fácil aplauso. Seguramente algunos transitarán por esa senda –de todo hay en situaciones tan complejas– pero ese lenguaje es inaceptable en boca de los actores fundamentales, que deben emplear todo su talento y toda su responsabilidad para salir vencedores en esta coyuntura, sea cual sea el desenlace de la misma. Podemos ganar, estoy cierto, pero también reconozco que hay ocasiones en la historia en las que aun perdiendo se gana. Ambas aristas del momento se deben tener a la vista.
Las campañas de miedo no darán resultado si refrendamos, una vez más y con hechos, que estamos dentro del radar del ejercicio de los derechos políticos previstos en nuestra Constitución.