Enfrenta Calderón protesta en Hidalgo

viernes 24 de agosto de 2007

Tuvo que regresar a escuchar quejas de perjudicados

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

Tulancingo, Hgo., 23 de agosto. '' ¡De aquí­ nadie se mueve y nadie se va!'', gritaba un hombre, altavoz en mano, mientras cientos de vecinos afectados por el paso del huracán Dean impedí­an el paso de cuatro camionetas del convoy presidencial.

Los pobladores estaban molestos porque el presidente Felipe Calderón y el gobernador de Hidalgo, Miguel Angel Osorio Chong, junto con sus respectivas comitivas, pasaron de largo a bordo de vehí­culos blindados y ya no escucharon las peticiones de ayuda de los habitantes de la colonia Santa Cecilia.

El michoacano y el prií­sta Osorio Chong iban de regreso de una reunión de evaluación de daños, en la cual no pudieron presumir saldo blanco, porque fallecieron una niña y su madre y ocurrieron graves inundaciones, sobre todo en los municipios de Tulancingo y Cuautepec, que fueron los dos puntos de la gira.

De ahí­ se trasladaron juntos al barrio Tepeyac; sin embargo, cuando cruzaban la colonia Santa Cecilia cientos de habitantes intentaron interponerse en su camino.

'' ¡Párense, den la cara!'', gritaban los vecinos y manoteban cerca de las camionetas que, a toda velocidad, lograron traspasar el cerco.

No fue el caso de los vehí­culos que trasladaban a los reporteros y a elementos del Estado Mayor Presidencial. La gente se acercó furiosa a recriminar la falta de atención y comenzó a golpear los cristales y a gritar '' ¡abran, abran!''

Al darse cuenta de que en esos automóviles no iban los funcionarios, se arremolinaron y se quejaron. ''El Presidente pasó corriendo y ni siquiera se detuvo a escucharnos'', explicaba una mujer, y otra lloraba porque no habí­an recibido despensas y sus casas seguí­an inundadas.

Las lluvias afectaron por igual casas de nivel medio y una unidad habitacional construida del Fovissste, donde la mayorí­a de los habitantes son maestros afiliados al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

La gente decí­a que nadie los habí­a auxiliado y sólo cuando se supo que iba a pasar por ahí­ el Presidente comenzaron a llegar algunos trascabos, pero ya era tarde, pues habí­an perdido sus pertenencias.

A unos pasos, Héctor Espinosa se quejaba: ''Esperamos al Presidente desde las siete de la mañana, pero cobardemente jaló el vehí­culo y se fue. Ni siquiera nos dió la cara''.

Ante la molestia de la gente, los reporteros tuvieron que ser llevados en operación hormiga a otra calle, donde abordaron un camión militar para acudir a presenciar, apenas por unos minutos, el recorrido que realizó Calderón por la colonia Tepeyac, éste sí­ controlado mediante cordones de seguridad que evitaron que los ánimos se desbordaran.

No fue el único incidente en que se vieron involucrados la prensa y el EMP. En Tulancingo, un helicóptero de la Marina perdió potencia, al parecer a causa de sobrecupo, y bajó forzadamente en un alfalfar, quedando a varios metros de los otros helicópteros. El aparato resultó averiado y fue sustituido por otro de la Fuerza Aérea Mexicana.

''Nos volvieron a fallar''

Minutos después de la retención de las camionetas, ambos mandatarios tuvieron que regresar a ofrecer ayuda a los inconformes. El gobernador ya habí­a hecho gestiones para tranquilizarlos, por lo que, a su llegada, él y Calderón pudieron caminar en medio de una valla.

Osorio Chong argumentó que no se habí­an detenido porque primero quisieron verificar la situación de otras colonias y les pidió que recibieran al presidente ''como lo sabemos hacer los hidalguenses''. Se escucharon algunos aplausos.

Colocado en medio de la muchedumbre, Calderón dio la palabra a un representante vecinal, quien pidió brigadas de salud, despensas, cobijas, el desazolve de la presa La Esperanza y ayuda sin lucro polí­tico. ''Estamos llenos de coraje de que nos volvieron a fallar'', decí­a su pliego petitorio.

Después de escuchar la retahí­la de peticiones, el michoacano se comprometió a ayudar al lí­mite de sus posibilidades e incluso declaró que comprende el escepticismo de los habitantes.

Al grito de '' ¡hagan la valla para que salgan, con calma y respeto!'', los inconformes dejaron que Calderón avanzara hacia su camioneta.

Un hombre y una mujer alcanzaron a exclamar: '' ¡Dejen pasar al espurio!''