Nuevo partido

Cambio de Michoacán

Aunque la fe y la religión son materias que deben tratarse con mucho respeto, el concentrarnos en los problemas de conciencia y pretender imponer a los demás las creencias particulares sólo ahondará más la división entre los mexicanos

Arturo Herrera Cornejo

Jueves 23 de Agosto de 2007

La ultraderecha mexicana busca constituir un nuevo partido polí­tico, y es que Felipe Calderón y el Partido Acción Nacional aparecen como «tibios »
para quienes impulsan el proyecto del «partido humanista ». En las asambleas constitutivas del presunto nuevo instituto polí­tico se han hecho presentes personajes cercanos al actual secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez, al ex procurador del Medio Ambiente, José Luis Luegue Tamargo, al gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, al gobernador de Querétaro, Francisco Garrido Patrón, y al dueño de Bimbo, Lorenzo Servitje. Otras vertientes de promoción del nuevo partido son los sinarquistas y El Yunque.

Insatisfechos con el Partido Acción Nacional, los integrantes del Movimiento de Participación Solidaria, asociación polí­tica que pretende ahora transformarse en el partido humanista, consideran que el blanquiazul ha dejado de ser la opción, «ahora -expresan en su página de Internet www.tupartido.org.mx, el PAN y el gobierno buscan ser una misma fuerza que permita su permanencia en el poder; sin ubicación clara, y abandonando explí­citamente cualquier referencia valórica (sic) o ideológica, autodefiniéndose como ‘centro’, lo cual evita compromisos claros con la ciudadaní­a, y ayuda a crear alianzas parlamentarias y de gobierno ».

«Una sólida cultura y profunda identidad nacional » es el principio fundamental del programa de acción del nuevo partido que pretende constituir la ultraderecha. El nacionalismo exacerbado fue el mismo principio que animó al partido fascista en Italia, al nacionalsocialismo en Alemania y al franquismo en España. Un nacionalismo que lleva tras de sí­ un ingrediente adicional: el odio a lo que consideran las «razas indeseables », un nacionalismo de ataque, que -según expresa el estudioso Ricardo Pérez Montfort en su obra Por la patria y por la raza, UNAM, México, 1993- busca enfrentar a sus oponentes con la afirmación de valores morales y el manejo de términos abstractos de entidades como la patria, la familia, la sangre, etcétera.
México conoce otro tipo de nacionalismo, que tuvo auge luego de la Revolución, especialmente en el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas, basado en la defensa de valores más concretos como las riquezas nacionales, el reparto agrario, el indigenismo, las artesaní­as y la conservación de las costumbres. Un nacionalismo que repercutió en un gran movimiento cultural que dejó para la posteridad obras musicales: como Sones de mariachi, de Blas Galindo; Huapango, de Pablo Moncayo, y La noche de los mayas, de Silvestre Revueltas; pictóricas como: los murales de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Sequeiros; literarias: como las novelas de José Rubén Romero, Mauricio Magdaleno y Juan Rulfo; cinematográficas como: las pelí­culas de Emilio El Indio Fernández.

Otro de los puntos que contempla en su programa de acción como prioritarios el partido humanista es la educación. Considera que «la cultura y la educación sólo tienen sentido en la medida que contribuyen al bien común y a la promoción y crecimiento del hombre. Por ello buscaremos reencausar sistemática y coherentemente, con sentido humano y comunitario, el desarrollo de las actividades educativas y culturales formales, y las informales que son, sobre todo, a los medios de comunicación ». ¿Quién decidirá qué es el bien común y qué es el crecimiento del hombre? ¿Quién es capaz de reencausar a los medios de comunicación, sin atentar contra la libertad?

El que el gobierno de Felipe Calderón no ponga por delante reformar el artí­culo 3 º de la Constitución para consagrar «el derecho de los padres a escoger el tipo de educación que deberán recibir sus hijos, de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas, así­ como que en el texto constitucional se sustituya «libertad de cultos » por «libertad religiosa », ocasionan que la ultraderecha le dé la espalda y amague con la ruptura. En el siglo XIX los conservadores trajeron a gobernar a México a un prí­ncipe extranjero que los desencantó, no fue lo que ellos esperaban, Maximiliano de Habsburgo perdió apoyos entre quienes fueron sus promotores. El efí­mero emperador, además de enfrentar la oposición de Benito Juárez tuvo que lidiar con los de casa.

La ultraderecha ya ha estado presente en la lucha electoral y ha fracasado rotundamente. En la época de Madero respaldó, con el Partido Católico, al golpista Victoriano Huerta; en 1922 intentó fundar el Partido Fascista, el experimento duró sólo un año. En el sexenio del General Cárdenas adquirió cierta fuerza con la Unión Nacional Sinarquista, grupo que tuvo su inspiración en el franquismo español del que -el defensor del Tercer Reich y apologista de Adolfo Hitler- José Vasconcelos, expresó: «Veo que están ustedes bien orientados y resueltos [...] pero ya sobran mártires y es necesario organizar ahora falanges que sepan vencer ».

En 1940 los sinarquistas se abstuvieron de apoyar al candidato de la derecha Juan Andrew Almazán, pero en el sexenio avilacamachista lograron constituirse en el partido Fuerza Popular, al mismo le fue retirado el registro luego de que le pusieron una capucha a la estatua de Juárez en el Hemiciclo de la Ciudad de México. Pero volvieron a raí­z de la reforma polí­tica de Reyes Heroles en 1978, con el Partido Demócrata Mexicano, que por su í­nfima votación acabó perdiendo el registro; e intentaron inútilmente permanecer electoralmente como Partido Alianza Social en los años más recientes.

Serí­a inconveniente cerrar la puerta de la participación electoral a la ultraderecha, pese a sus tendencias autoritarias y retrógradas, pues ello les arrojarí­a, en definitiva, por los senderos de la violencia. Los mexicanos se encargarán de ponerlos, otra vez, en su sitio. Aunque nunca hay que olvidar que el Partido Nacional Socialista llegó al poder en Alemania a través de la ví­a electoral.

Aunque la fe y la religión son materias que deben tratarse con mucho respeto, el concentrarnos en los problemas de conciencia y pretender imponer a los demás las creencias particulares sólo ahondará más la división entre los mexicanos. Hoy, lo que el paí­s necesita urgentemente es la reforma del Estado, se sigue trabajando con las bases del viejo sistema polí­tico mexicano; con la gran diferencia de que dos de sus pilares están quebrantados: un partido oficial basado en el corporativismo -con sus sectores campesino, obrero y popular que gestionaban las demandas de las masas- y una Presidencia fuerte.