
¿Calderón encantó a los mexicanos?
Submitted by nadezhda on Sáb, 09/08/2007 - 09:14
Calderón nos sigue dando gato por liebre, es decir, engañándonos con espejismos como el que presentó en Palacio Nacional, donde los panistas se dieron vuelo creando una realidad artificial
Alfredo Esquivel Avila/Colaboración especial
Sábado 8 de Septiembre de 2007
Como común observador que soy del mundo de la política de éste nuestro saqueado país, he vislumbrado un fenómeno que a mí me parece muy raro,
increíble, y que está entre nosotros como un objeto por investigar con urgencia porque está causando verdaderos estragos en todos los ámbitos de nuestra vida social y política.
Es nuevo relativamente este fenómeno y todavía no sé cómo llamarlo, así que, más que asignarle un nombre, creo que resultará suficientemente explícito, a manera de descripción, recordar algunas singulares e inolvidables escenas de nuestro pasado político más reciente.
Comenzó en el sexenio pasado con los desfiguros, dislates y lapsus brutus (esta última expresión textual de un cercano colaborador de Vicente Fox) introducidos en el ejercicio presidencial por el tristemente recordado inculto guanajuatense, quien fue capaz de relucir en el mundo de la realeza europea acudiendo a una cena de gala, invitado nada menos que por los reyes de España, portando un elegante frac y calzando ¡botas de charol! confeccionadas especialmente para la ocasión, lo que provocó veladas sonrisas burlonas de los hispanos cultos presentes. Por supuesto, ésta fue sólo uno de los múltiples desatinos y gracejadas que en Madrid no, pero aquí sí, le fueron aplaudidos a rabiar por influyentes comunicólogos y periodistas que ensalzaron el disparate como una manifestación original de un presidente simpático y gracioso, irreverente y creativo, que venía dispuesto a romper con viejas costumbres anacrónicas, y a reformar todo lo que se encontrara a su paso. Por algo él era ni más ni menos que el presidente del cambio.
A Fox, como presidente, todo se le festinó y todo se le elogió. Si rompió el protocolo en el Congreso -saludando antes que nada a sus hijos- fue porque era un padre muy cariñoso; si recibió públicamente un crucifijo de manos de su hija, y se despidió invocando a Dios y bendiciendo a todos, no agravió al Estado laico, sino que mostró su valor civil al no ocultar su gran devoción católica; si besó a doña Martha para la foto, teniendo como fondo la Basílica de San Pedro, en Roma, y pagó sumas millonarias por la inserción del idílico retrato en revistas del corazón de circulación mundial, no fue por la cursilería característica del célebre dúo, sino porque no escondía jamás el inmenso amor que le profesaba a su mujer, y porque, además, fue el presidente más romántico de la historia de México.
Ahora ya sabemos -porque lo estamos pagando, aunque nunca conoceremos la abrumadora medida de su abuso del poder- cuál fue el costo de aquella parafernalia montada alrededor de la deplorablemente notoria pareja presidencial. Pero a lo que quiero llegar es a ese fenómeno social configurado en ese gobierno de infausta memoria, consistente en la conformidad, la inmovilidad y la indiferencia de los mexicanos -en términos generales- mostradas ante las monstruosidades y aberraciones cometidas por la parejita y por sus cortesanos. A Fox y a los suyos se les permitió hacer todo lo que quisieron, sin que hubiera un contrapeso contundente, ni una inconformidad drástica y fuerte que los sacudiera, los detuviera, o siquiera los preocupara.
Superaron los récords que les dejaron sus antecesores en demagogia, corrupción, ineptitud, entreguismo, arbitrariedad y frivolidad, sin sufrir ninguna sanción, ni siquiera por el más sucio fraude electoral de nuestra historia, del que ahora se regodean y burlonamente se declaran culpables confesos, conscientes de que seguirán protegidos por la impunidad, sin que exista la posibilidad de ser alcanzados por la inmensa sociedad apática, impotente y desorientada que aguanta todo sin decir ni hacer lo conducente para imprimir cambios al sistema dominante que hoy nos agravia y nos oprime.
Lo verdaderamente importante e interesante de este fenómeno que surgió en el foxismo y que se quedó ahí, en las altas esferas del poder panista, hoy utilizado y redimensionado por el calderonismo, es involucrarse urgentemente en la investigación de sus causas y sus efectos, porque ya es tiempo de conocer y saber a qué se debe la actitud colectiva, inconforme pero pasiva, que tolera y soporta, impasible y tolerante, una y otra vez, la infinidad de atracos al erario público, de agravios al salario, a la educación, a los derechos humanos, a la justicia, a la cultura, a la salud, a las pensiones, etcétera, y sin embargo sigue apoyando -según encuestas- a esta casta de nuevos explotadores conformada por señoritingos catrines.
En aquellos países donde la movilización social es más fuerte y orientada, no se dan casos como aquí. En Estados Unidos cayó Nixon por espionaje, y Clinton se bamboleó, acusado de perjurio; en Argentina fue cesada una ministra de Economía por habérsele encontrado en su casa una bolsa con 80 mil dólares cuya procedencia no pudo explicar; en Japón se suicidó un secretario de Estado acusado de corrupción; en China, a los corruptos les mutilan el cuerpo según el tamaño del delito cometido.
Ni siquiera quiero imaginarme lo que ocurriría en México si los políticos fueran castigados como en los países referidos, o tuvieran el sentido del honor que tienen los japoneses. Tendríamos, sin duda alguna, equipos de gobierno desmembrados, miles de políticos cesados, suicidados o tuncos.
Calderón nos sigue dando gato por liebre -como lo hizo como candidato-, es decir, engañándonos con espejismos como el que presentó en Palacio Nacional, donde los panistas se dieron vuelo creando una realidad artificial construida con tramoya, como un teatro de revista que se vio raro, hueco, grotesco y cómico. La virtualidad que han desprendido del evento les hizo afianzar y fortalecer la percepción de tener fascinada y encantada a la sociedad mexicana, al punto que, en ese estado de gracia, seguirá aguantando las nuevas agresiones gravosas que se le están cocinando con las reformas que ya están pactadas, como la fiscal, en la que aprobarán otro aumento a las gasolinas (o lo que es lo mismo, un aumento general a todo). ¿En verdad Calderón tendrá encantada a la sociedad? Habrá que investigarlo, porque, si no, podríamos pensar prejuiciosamente que somos una sociedad masoquista.