El dí­a después...

El dí­a después...

Xuchitl Vázquez Pallares/Colaboración especial

Domingo 9 de Julio de 2006

Mentira; calla, ya está, como otras veces he caí­do en tu engaño.

México se quedó pasmado, pues a pesar de que se veí­a venir la imposición del candidato oficial, la gente creyó en la democracia e inge-

nuamente salió masivamente a votar. Desde muy temprana hora, largas filas de ciudadanos, deseosos de decidir el destino del paí­s, se formaron para hacer uso de su derecho.

En este proceso electoral no se respetó al adversario, los ataques morales prevalecí­an ante la razón, la irracionalidad ante un proyecto de nación. La hipócrita derecha llena de intolerancia acusaba a la izquierda de violenta con violencia inmoderada. Su única meta era permanecer en el poder, querí­a vencer y para lograrlo dividió, hizo que el paí­s se confrontara, se dividiera.

Se pasó de lucha de oponentes, a batalla de enemigos. Se convirtió al otro en el enemigo a vencer, a erradicar, a humillar. La campaña negativa, la guerra sucia diseñada por Dick Morris, asesor de Clinton, dio el resultado esperado: un México presa del encono, dividido; el sur contra el norte, vecino contra vecino, blancos contra morenos.

El dí­a después de las elecciones se sentí­a en el aire la expectación, el martes la confusión, el miércoles la esperanza, el jueves la burla, la humillación.

Aunque nos quieran convencer por todos los medios (de comunicación) de una elección limpia, está a todas vistas que fue una elección de Estado.

El centralismo ha existido en este paí­s desde la época prehispánica, la antigua Tenochtitlán, ahora Ciudad de México es sin duda alguna el corazón del paí­s, y en éste se refleja el sentir de todos los mexicanos. No hay alegrí­a, no hay celebración popular porque se haya respetado el voto. Hay una extraña mezcla de zozobra, miedo, y un sentimiento de irrealidad. Los hechos hablan por sí­ mismos, la televisión pinta al paí­s de azul, sabiendo todos que es multicolor.

La derecha, con su discurso fascistoide, ha manejado hábilmente la psique colectiva envolviéndola en una neblina de confusión y mentira, el miedo inyectado por la campaña panista, actuó como soporte del ideal neoliberal.

La elección de Estado lleva años preparándose, ingenuos los que creyeron que soltarí­a el poder un gobierno que desde que llegó apostó a la reelección. Inicialmente en primera persona, después a través de la pareja, después por el hijo pródigo y finalmente por medio del hijo «desobediente ».

La derecha cambia de máscara como las ví­boras de piel. Ostenta querer paz en el paí­s, mientras no dudó en reprimir a quien se le poní­a enfrente, mientras compró lealtades, y maquiavélicamente elaboró el fraude.

Una caracterí­stica del revolucionario, es saber amar al prójimo, poner el interés colectivo por encima del individual. Un revolucionario sueña con el bien común, con la paz, la libertad, la justicia y la igualdad. Y los revolucionarios, querido lector, conformamos eso que llaman izquierda.

Somos gente con un corazón que late fuerte, pero al mismo tiempo débil ante la injusticia. Como buenos soñadores, confiamos en el prójimo. Creemos en la redención, y en la palabra, aún sea del adversario.

Podemos constatar lo anterior, al escuchar al PRD pidiendo se cuenten los votos, uno a uno. Al escucharlos, me invadió una gran ternura por constatar la bondad inmersa en los revolucionarios. Pero me enojó sobremanera que no fueran capaces de decir las cosas por su nombre. El problema no radica únicamente en la manipulación de las urnas, sino en el sinnúmero de irregularidades que se implementaron desde hace años para ganar este proceso electoral.

Como hormiguitas fueron trabajando dí­a a dí­a, sin ser vistos. Cada dí­a amanecí­a y nos llenaban la cabeza los medios de la maravilla de paí­s que gracias al PAN tení­amos. Ante nuestros ojos se implementaron tácticas prií­stas de clientelismo, de alianza total con la Iglesia Católica, para que el rebaño nunca se desperdigara.

La embestida fue fuerte e ininterrumpida, durante estos cinco años, la infiltración ideológica fue constante y sin miramientos. No les importaba enfrentar a hermano contra hermano, a hijos contra padres. Crearon un Estado donde la reconciliación es imposible, y la fidelidad es a ultranza.

Calderón no compitió sobre la estructura del partido Acción Nacional, «compitió » con el respaldo incondicional de todo el aparato de Estado de Vicente Fox. Se implementó una estructura clientelar respaldada por recursos públicos, por el respaldo del monopolio televisivo, no hubo nunca falta de recursos para cooptar el clientelismo y corporativismo prií­sta, no se escatimó el uso de la manipulación del sentimiento nacionalista hacia la Selección de Futbol, se derramaron millones de pesos para la difusión de rumores y propaganda por Internet, se hizo uso ilegal del manejo del padrón electoral, se seleccionó a los funcionarios de casilla afines, se usaron los programas de asistencia social, no hubo recato alguno para la manipulación de las encuestas, incluidas las de salida, el dí­a de la votación. Todo con una sola obsesión: vencer a AMLO, acabar con la izquierda, quitarle el apoyo popular.

Mucho se habló en los medios de haber superado las tácticas prií­stas del ratón loco, urna embarazada, operación tamal, carrusel, etcétera. La realidad fue otra, se seleccionó a simpatizantes panistas como funcionarios de casilla, sobre todo se escogió a «simpáticas » amas de casa, populares en el barrio, que manejaron las casillas como tiendita de la esquina, ajustando las cuentas para esconder las pérdidas.

Las denuncias a voces, sobre las irregularidades en la elección ascienden a miles (serí­a interesante como testimonio popular hacer una recopilación de los mismos). Al platicar con el vecino, el amigo, el taxista, en la ruta, en el café, la escuela, el mercado, el trabajo, siempre hay un nuevo testimonio de irregularidades. El dí­a de ayer una amiga mí­a me platicó cómo su hermano que es panista y fue funcionario de casilla, le platicó con total cinismo cómo los funcionarios votaron dos veces, para «cooperar » con el triunfo de los «justos ». En la casilla que me correspondió votar, reconocí­ a todos mis vecinos panistas adueñados de la mesa, y por si fuera poco, cuidando la puerta y sentados durante todo el proceso junto a las urnas sin que nadie dijera nada. Presencié cómo se le negó al representante del PRD su derecho a votar para presidente, arguyendo que no le correspondí­a esa casilla, transgrediendo el derecho electoral. Al dí­a siguiente fui a tomar una foto de los resultados, y al quererla comparar con los datos del PREP, estaba «desaparecida ».

Otra anormalidad, que nadie parece recordar, es el rasuramiento del voto en el extranjero, «curiosamente », sólo entraron los de PAN, los que iban dirigidos al PRD, misteriosamente fueron regresados por el servicio postal. En las casillas especiales, donde únicamente se vota para presidente, miles de ciudadanos desesperados se quedaron sin votar en Tabasco y el Distrito Federal (entidades perredistas) ya que se dieron 750 boletas en vez de las mil 500 que establece la ley, y las dadas fueron acaparadas por batallones militares y policiacos que fueron llevados en camiones a votar corporativamente. En Michoacán, en el radio cubrí­an la elección y mientras presumí­an que iban a desayunar una rica torta de milanesa del Mago, recibieron una llamada en el teléfono en cabina, de call center, invitando a votar por Calderón, haciendo proselitismo ilegal, por efectuarse el mismo dí­a de la elección, y qué decir del mismí­simo presidente de la República, dando lí­nea al mostrar a las cámaras su voto por el PAN, antes de introducirlo a la urna.

El PRD deberí­a decir las cosas con firmeza y claridad ante los medios para conocimiento de todos. Debe denunciar todas las irregularidades, que desde hace meses se han implementado, todas las violaciones de la ley, como el hecho demostrado por Carmen Aristeguí­, quien descubrió en Internet cómo el PAN tení­a identificada la preferencia electoral de cada ciudadano, cómo contaba con el padrón electoral en su totalidad y expediente de cada ciudadano, incluyendo fotografí­a y huella digital. Esto, estimado lector, es totalmente ilegal, únicamente los estados totalitarios, fascistas, tienen «fichados » a los ciudadanos.

Durante el proceso electoral, tratando de convencer a la población de la legalidad y perfección del mismo, se argí¼í­a que los «cientí­ficos » avalaban el buen funcionamiento del mismo. Nunca se mencionó el nombre de éstos, su especialidad, institución, o su trayectoria que sustentara su imparcialidad y capacidad.

Cuando escuchaba citar al consejero presidente del IFE, el doctor Ugalde, a los connotados «cientí­ficos », no pude dejar de recordar los tiempos porfiristas, cuando Porfirio Dí­az sustentado en el positivismo de Compte, argí¼í­a la perfección de su gobierno, avalándose en los «cientí­ficos ».

Felipe de Jesús Calderón Hinojosa salió arrogante ante los medios, declarando el triunfo de los «justos », de los «pací­ficos » sobre los «violentos », haciendo un llamado a sus adversarios, para reconstruir la unidad nacional que él mismo destruyó, y convocando a alinearse a su lado, para constituir una mayorí­a con la que pueda gobernar el paí­s.

¡Y después de tanta palabrerí­a... no sobrevive la palabra!

¡Y después de intentar tener alas... los pájaros se vieron encarcelados!

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