México explosivo

Fuente:El universaldel 13 de septiembre de 2007

Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha

Que nadie se distraiga de la docena de bombazos en los ductos de Veracruz y Tlaxcala. No son un asunto menor. Se trata de una nueva demostración de fuerza de ese México bronco y violento que no se resigna y que ha optado por la ví­a de las armas. Es, además, una prueba de la capacidad de organización que han alcanzado el EPR y otros grupos guerrilleros que siguen operando en el paí­s a despecho de quienes los minimizan e insisten en que aquí­ no pasa nada.

Pasa y mucho. Pasa que hay un descontento rabioso que está provocando graves daños –como bien consigna EL UNIVERSAL ayer– y pérdidas gigantescas a cientos de empresas en perjuicio de miles de trabajadores y en rangos de miles de millones de pesos.

Pasa que en el gobierno federal nadie advierte y nadie es capaz de anticipar estos ataques. Pasa pues que nuestros sistemas de inteligencia civil, militar y policial son un verdadero desastre.

Pero mas allá de las elucubraciones de expertos y especialistas en la materia, pasa que en este paí­s seguimos evadiendo la realidad y lo que nadie quiere encarar es por qué sigue habiendo guerrilla en México: a pesar de los avances democráticos de que se jactan legisladores y partidos; de la estabilidad económica que presumen gobiernos y cúpulas empresariales; a pesar de la paz social tan invocada por los jerarcas eclesiales; de la rutina inalterable en que transcurre la vida de millones de mexicanos.

A todos parece olvidársenos la existencia de ese México profundo: cotidianamente agraviado por la miseria; sistemáticamente ofendido por los abusos y permanentemente alebrestado por la injusticia.

Ojo: no pretendo ni de lejos justificar la ví­a violenta. Me duelen los muertos, aun los uniformados. Me duele la destrucción de las obras del hombre, los gasoductos incluidos. Pero también me duelen las panzas reventadas de parásitos de los niños descalzos sobre los lodos de Guerrero, de Chiapas o de Oaxaca. Los condenados de la tierra. Los condenados de nuestra tierra.

También me preocupa profundamente una reedición de la guerra sucia. Que el gobierno federal haya elegido combatir a los violentos con la violencia soterrada. El mensaje del EPR en el ducto es muy claro: Vivos se los llevaron, vivos los queremos

Y se refiere, por supuesto, a sus dos dirigentes desaparecidos desde el 25 de mayo pasado: Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez. Que fueron detenidos en la Oaxaca represora de Ulises Ruiz. Y sobre cuyo destino hay un montón de preguntas válidas: ¿por qué fueron detenidos ilegalmente? ¿Por qué desaparecerlos? ¿Acaso fueron torturados en alguna prisión clandestina? ¿Acaso se les pasó la mano a los torturadores y los mataron? ¿Y de ser así­ dónde están los cuerpos? ¿Qué sabe y qué oculta Ulises Ruiz sobre lo ocurrido con estos dos eperristas? ¿Actuó con la venia del gobierno federal? O ambos gobiernos son cómplices.

Todo indica que hay una desmemoria ignorante de lo que significó la guerra sucia de los años 70: las bombas en cualquier parte; los secuestros siempre dramáticos; los asaltos escandalosos y el terror como signo de los tiempos. Y todo porque los gobiernos de Dí­az Ordaz y Echeverrí­a, en lugar de detener y llevar ante un juez a los transgresores de la ley, decidieron que era mejor torturarlos y matarlos en caliente. Aterra pues la vuelta de regreso a esas décadas de horror que ya creí­amos superadas.

Y mientras tanto, seguimos sin atender las causas estructurales de la pobreza. Las razones de la miseria. Los silencios de los pueblos tristes y abandonados. El apriete de los cinturones de marginados en torno a las grandes ciudades. Los porqués de los que se cuelgan de los cerros, o se asientan en los lechos de los rí­os o arriba de las minas traicioneras que amenazan desde abajo de la tierra.

Y seguimos sin atrevernos a plantear la pregunta fundamental: ¿por qué todaví­a hay guerrilla en México?

Mientras nos decidimos a buscar la respuesta, y por si fuera poco, un juez del estado de México echa mas leña al fuego y sentencia a 67 años de prisión a Ignacio del Valle y otros lí­deres de Atenco por retener una horas a funcionarios federales.

Así­ que mientras la impunidad se pasea en las páginas del jet set, los luchadores sociales son condenados a cadena perpetua. Lo único que nos faltaba.

ddn_rocha@hotmail.com