Las cartas marcadas
Submitted by nadezhda on Vie, 09/14/2007 - 16:22
El silencio del presidente Calderón frente al debate de la nueva legislación electoral podría ser aprovechado por sus enemigos para convertirlo en un boomerang.
Hay quienes dicen que la bancada del Pan en pleno apoyó el dictamen. Y fue refrendado con los discursos y las posiciones de Ricardo García Cervantes y Santiago Creel.
Eso podría significar que, aun en ausencia, Calderón le haya dado su visto bueno al golpe a la telecracia. Y de facto, su respaldo a la partidocracia. Pero se mantuvo en silencio porque no quiso pagar el costo político en lo personal.
Si fue con o sin su consentimiento, el mandatario ya está pagando las facturas.
Lo hizo en la intervención de un Joaquín López Dóriga, quien le recriminó tres veces su ausencia por lo prolongado de su gira. Y televisión azteca le reabrió a Andrés Manuel López Obrador los espacios hasta ayer congelados.
Sin embargo, el costo más severo para el presidente está en la forma brusca en la que se están implementando los necesarios cambios a la legislación electoral. Sin tiempos para audiencias. Sin lugar a las réplicas.
Y es que, cuando se suman todas las modificaciones, se está frente al rosario de irregularidades que, con razón o sin ella, se le endosaron a la elección presidencial que instaló al michoacano en Los Pinos.
Luego entonces, se está de facto ante una aceptación implícita de que se dieron dineros privados a campañas sucias de spoteo. De que los consejeros del IFE, comenzando por su ahora depuesto presidente, traían agenda. Y de que la telecracia terminó de poner la pantalla al servicio del mejor postor. Nada que no se supiera o que, por lo menos, se sospechara.
Pero nada de lo que se tuviera una aceptación tácita que terminara por debilitar a un
mandatario que apenas está calentando la silla en su primer año.
Y ésa es la debilidad en la que parecen quererlo tener los personajes que hoy reinstalan la autocracia desde el Congreso.
Para que cada día se hagan más necesarios. Indispensables. Para que no se pueda gobernar sin ellos.
