
Complicidad y complacencia
Submitted by nadezhda on Mar, 09/25/2007 - 07:55
Por: Juan Manuel Asai | Opinión
Martes 25 de Septiembre de 2007
Desde que hizo pública su pretensión de competir por la Presidencia, Felipe Calderón sabía que tarde o temprano se enfrentaría al dilema de qué hacer ante las pillerías de Vicente y Marta. El cuestionamiento era previsible, la respuesta también: se actuará conforme a Derecho y no se encubrirá a nadie. Una respuesta de cajón, políticamente correcta para salir del paso.
Ellos mismos, los Fox, en un arranque de soberbia, pusieron el tema de su riqueza en el centro del tapete del quehacer nacional. Felipe no es un aspirante más, sino el Presidente en funciones. No hay cabida para otra respuesta de cajón, el dilema es: asumir el costo político de encubrir a su antecesor y que sus llamados a la honestidad suenen a chistes de mal gusto, o arriesgarse a emprender una investigación formal que lo confrontaría con un sector de su partido pero que le daría una dosis importantes de legitimidad.
No es una decisión fácil, es cierto, pero Felipe es el Presidente y no buscó esa chamba porque prefiera pasar las tardes meciéndose en la hamaca. Es adicto a las luchas por el poder y la ex pareja presidencial le plantea un desafío formidable. No está de más recordar aquí que Fox corrió a Calderón del gabinete y que llenó de piedritas y piedrotas su camino hacia la nominación panista. La clave de todo el asunto es saber qué pasó durante la campaña en contra de López Obrador que llevó a decir al guanajuatense que había ganado dos elecciones, la suya y la de Felipe, y que además le permite conducirse con un desparpajo que desconcierta, como si tuviera la certidumbre de que, pase lo que pase, nunca se procederá en su contra.
Estamos por ver si Vicente y Felipe son parte de lo mismo. Si como en las telenovelas los atan secretos terribles, o si a un año de asumir el cargo Calderón ya tiene espacio de maniobra. Sabremos si hay complicidad, complacencia o simplemente las condiciones no están dadas para dar una oportunidad a la ley. Al Presidente le conviene que la opinión pública descalifique a su antecesor y adversario, pero si las pruebas de enriquecimiento inexplicable son contundentes, como parecen serlo, y no se actúa en consecuencia, el desprestigio de los Fox contaminará a Felipe, que apenas hace unos días, ante los trescientos líderesá, fustigó las fortunas construidas frente al dolor y la pobreza de los mexicanos.
La señora Marta
Manchó lo que tocó, desde el infortunado piano de Elton John, hasta los vestidos de diseñador que nadie quiso comprar cuando los puso a subasta. Empresarios que andan por ahí pontificando sobre las buenas y las malas costumbres abrieron la chequera para no contrariar su coartada de la filantropía; funcionarios de todos los niveles, sobre todo vinculados a las áreas de Comunicación Social del Gobierno, tenían que seguir sus instrucciones aunque no tuviera ningún cargo formal en el organigrama; aparte, claro, de ser el 50 por ciento de la pareja presidencial. Comunicadores y concesionarios se esmeraron durante seis años en lisonjearla a la menor provocación, o sin ella. Lo más desalentador es que al final del día se salió con la suya: es una señora rica, con hijos ricos, que sale en las portadas de las revistas para ricos, luciendopropiedades que sólo las personas con mucho dinero pueden tener. Por si fuera poco, gracias a sus amigos del Vaticano, pronto volverá a salir en la portada de Quién, luciendo su vestido blanco de novia para su segunda boda religiosa.
La defensa de los panistas ante el caso de los Fox ha sido deplorable. Los militantes del blanquiazul saturan los teléfonos de los programas noticiosos, para recordarnos los casos de la Colina del Perro o el rancho del hermano incómodo. Fox entonces sólo estaría actualizando la tradición de López Portillo. Sólo falta que se divorcie de la señora Marta y despose a Niurka para ser como cualquier expresidente del priato. La transición no sirvió para nada. El retrato de Fox adorna la galería de expresidentes mexicanos que llegaron al cargo siendo integrantes de la clase media y terminaron, seis años después, con fortunas que abochornan.