
Plaza Pública: Listas las piezas para renovarse
Submitted by nadezhda on Jue, 09/27/2007 - 16:04
Jueves 27 de septiembre de 2007
Miguel Ángel Granados Chapa
A pesar de que marzo está distante, en Acción Nacional y en el PRD ya hay aprestos para la sucesión en los comités ejecutivos de esos partidos, que se dirime en la primera semana de ese mes. El sábado fue lanzada la candidatura de Alejandro Encinas en pos de la presidencia perredista, que dejará Leonel Cota. Ayer ocurrió lo mismo con quien será su adversario, Jesús Ortega. Y ayer también apareció en el escenario panista el diputado Gerardo Priego, no sé si como tercero en discordia (en medio de espinistas o calderonistas) o como alternativa de Manuel Espino, consciente de la dificultad creciente de hacerse reelegir.
Encinas fue proclamado candidato en el marco del Encuentro Nacional para la Renovación de la Izquierda, del que surgió Izquierda Unida, una coalición de cinco corrientes, las más próximas a Andrés Manuel López Obrador y a Marcelo Ebrard, el jefe de Gobierno de la ciudad de México que acudió a la reunión constitutiva de esa alianza y ofreció su apoyo a su antecesor en el Gobierno de la ciudad de México. Él mismo gobierna con líderes y representantes de esas corrientes, que en diciembre de 2005 lo hicieron candidato al derrotar a Jesús Ortega.
Al concluir su encomienda capitalina, Encinas estableció una fundación para el fortalecimiento de los gobiernos estatales y municipales del PRD. Es uno de los cuadros con mayor experiencia administrativa en ese partido, pues participó en los gabinetes de Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles y López Obrador en materias disímbolas: desarrollo económico, medio ambiente y como subsecretario y secretario de Gobierno, y encabezó la administración de la ciudad por poco más de dos años, un tercio del sexenio anterior.
Antes y después de esas posiciones había conseguido mantenerse equidistante de las corrientes, pues procedente del Partido comunista estuvo siempre en la línea de apertura modernizadora de esa agrupación, lo que implica posibilidad de dialogar y entenderse con los diferentes, y pactar con ellos condiciones para el avance de su propia visión. Como jefe de Gobierno y al concluir su gestión, ha logrado combinar lealtad y autonomía frente a López Obrador, que es el obligado punto de referencia en el PRD y en las movilizaciones partidarias y sociales adosadas.
Encinas fue postulado seis meses antes de las elecciones porque, si bien puede hacer valer su vínculo especial con López Obrador, esa liga no basta para asegurarse la elección. Se comprobó al integrarse las delegaciones al pasado congreso perredista que Nueva Izquierda es mayoritaria, pues consiguió un abrumador número de delegados que le permitió dominar esa reunión, como le ha permitido controlar el aparato burocrático del partido desde que hace 10 años López Obrador, entonces a la cabeza del PRD, lo dejó en manos de Ortega.
Si bien en la elección de delegados cuentan factores locales y circunstanciales que pueden no estar presentes o no tener el mismo peso en la elección del líder nacional, Encinas y su Izquierda Unida (que es el nombre con que actúa en el Parlamento español el antiguo partido comunista) deben remontar la eventual ventaja de Ortega mediante un intenso proceso de afiliación y reafiliación. La votación para el congreso reveló un gran ausentismo de los inscritos en el padrón perredista, por lo que es preciso estimularlos de nuevo a la acción.
Y es necesario también que la franja que se ubica entre el partido y la Convención Nacional Democrática, el pilar del lopezobradorismo, se adentre en la organización formal para poder participar en la elección del dirigente nacional, puesto que Nueva Izquierda consiguió que en ese acto participen sólo los perredistas con credencial.
Ante el lanzamiento de Encinas, Ortega tuvo que hacer lo mismo, aunque escogió un escenario más discreto. Ayer se reunió con legisladores federales y capitalinos, en cuyo territorio tiene ventaja, con el propósito explícito de examinar la coyuntura legislativa, pero con el implícito de reiterar su objetivo, frustrado una y otra vez, de encabezar el partido. Más que nunca ahora deberá caminar por el estrecho sendero que le permita al mismo tiempo desmarcarse de López Obrador y mantener con él una precaria alianza, suficiente para que el ex senador haya sido coordinador de la campaña presidencial y ahora lo sea del Frente Amplio Progresista.
En el PAN parece claro que César Nava será el candidato de Los Pinos a encabezar el partido, que de ese modo quedará próximo y aun sujeto a la influencia y la autoridad presidencial, casi de modo tan mecánico como ocurría con el PRI cuando gobernaba un presidente de ese origen. Por el lado de Espino, es igualmente claro que su reelección se dificulta al paso de los días, al punto de que se podrían intentar su defenestración en las próximas horas. Quizá ante esa eventualidad prepara una candidatura de repuesto, en la persona de un miembro de su comité, digno de su confianza.
Gerardo Priego es el secretario de vinculación ciudadana, que se quedó con los gastos hechos cuando se frustró su propósito de que Calderón dijera su primer informe en un ambiente panista. Salvo ese traspié, ha desarrollado en el breve tiempo de su militancia panista un estilo fresco que le permite relacionarse con sus adversarios en la Cámara de Diputados, por lo que ha contribuido a la distensión en los momentos más críticos. Es el único miembro varón de la Comisión de Equidad de Género, escogida para mostrar un talante contrario al conservadurismo panista.– México, D.F.