
Plaza Pública: Magia en el sindicalismo minero
Submitted by nadezhda on Jue, 10/18/2007 - 07:27
Jueves 18 de octubre de 2007
Miguel Ángel Granados Chapa
Quien quiera tener noticia de milagros, abra los ojos, los oídos y el entendimiento, y comprobará cómo un sindicato que hace dos meses languidecía sin contrato colectivo alguno, con apenas 100 miembros, en una pequeña oficina regiomontana, se trocó en una floreciente agrupación en que militan al menos 3,716 trabajadores mineros y metalúrgicos, y de la noche a la mañana se vio titular de la relación colectiva de trabajo en ocho plantas y empresas. Quizá la explicación de ese prodigio reside en que la contraparte laboral de ese afortunado y sorprendente agrupamiento sindical es el Grupo México, capaz de no sólo gestionar con éxito –si bien con avaricia– un conglomerado de compañías, sino también de modelar a su gusto el sindicato al que quiere de interlocutor.
Grupo México se deshizo mediante ese acto mágico de la relación con el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM), encabezado por Napoleón Gómez Urrutia, y la estableció con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Exploración, la Explotación y el Beneficio de Minas de la República Mexicana (SNTEEBMRM), encabezado por Rupertino García Reyes, que hasta junio administraba a la baja el registro sindical 5770. Imbuido de un súbito y nuevo impulso organizador, este dirigente cuya agrupación forma parte de la Federación Nacional y la Confederación Nacional de Sindicatos Independientes, integrantes a su vez de la CTM blanquiazul, la Alianza Sindical Mexicana organizada desde el gobierno foxista en abril del año pasado, desafió a Gómez Urrutia.
De buenas a primeras, el 29 de junio pasado demandó la titularidad de ocho contratos colectivos y el 5 de septiembre los ganó todos, en recuentos realizados por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, con el eficaz auxilio de las empresas involucradas. Los resultados son, estrictamente hablando, de no creerse: En la empresa Minerales Metálicos del Norte, en Santa Bárbara, Chihuahua, el SNTEEBMRM, el de Rupertino, blanqueó al SNTMMSRM, el de Napoleón: sus 764 trabajadores eligieron pertenecer a aquel gremio, cuya existencia probablemente ignoraban hasta ese momento, y nadie, ninguno, cero escogió permanecer en el que hasta ese momento militaba. Ese mismo resultado (que en la práctica electoral se denomina zapatoá, donde una parte gana todos los votos y su oposición nada) se reprodujo en la planta San Luis de Industrial Minera México (IMMMSA) y en la planta de cal de Mexicana de Cobre, en Nacozari: 2,643 a cero, y 16 a cero. En esta misma ciudad, en la mina La Caridad, de la propia empresa, casi no hubo oposición: 655 a tres. Y en Beneficiadora de Concentrados, también en Nacozari, el marcador quedó 780 a seis. Algo más competidos estuvieron los recuentos en la plantas de IMMSA en Nueva Rosita, en Charcas y en la Refinería Electrolítica de Zinc: : 185 a 50; 687 a 42; y 386 contra 48. En total, 3,716 trabajadores abandonaron las filas del sindicato napoleonista y sólo 149 votaron por permanecer en él (pero ahora están obligados a pertenecer a la opción escogida por sus compañeros).
Por más que se suponga que en esos centros de trabajo los mineros y metalúrgicos eran esclavos más que cautivos de un sindicato al que detestaban y sólo ahora pudieron romper sus cadenas, independizarse, los números son exageradamente favorables a la parte preferida por la empresa y, notoriamente, también por la autoridad. La desproporción es tal, tan reveladora de manipulaciones, que probablemente en los juicios de amparo que demande el sindicato perdedor se ordenará la reposición del procedimiento y el resultado pudiera entonces ser otro.
Por lo pronto, sin embargo, Grupo México logró un anhelo forjado a lo largo del último lustro, o poco más, desde que se rompió la armonía obrero patronal que privaba en esa porción de la minería mexicana. Durante años, Napoleón Gómez Sada y Jorge Larrea Ortega se entendieron sin dificultades, al frente del sindicato aquél, de la empresa éste. A tal punto llegaba la comprensión mutua, que cuando Salinas privatizó las dos mayores minas productoras de cobre del país, Cananea y Nacozari, por lo menos en esta segunda se actuó para garantizar que no un sindicato cetemista sino el SNTMMSRM fuera titular del contrato colectivo.
Casi al mismo tiempo, sin embargo, Gómez Sada y Larrea Ortega cedieron el mando de sus organizaciones a sus hijos, Gómez Urrutia y Germán Larrea Mota-Velasco, que lejos de conservar el buen vínculo paterno lo convirtieron en una ríspida relación, que produjo beneficios a los trabajadores por las mejoras salariales que significaba cada revisión anual. Un factor significativo estorbaba el buen trato de antaño: la negativa empresarial a cumplir la condición de entregar una porción del capital a los trabajadores, como se pactó en la privatización de las minas de cobre.
Al cabo de una larga y enredosa batalla judicial, Larrea tuvo que capitular y entregar el importe de los títulos convenidos (los tan mentados 55 millones de dólares) al sindicato, lo que no alivió la relación sino que la empeoró. Apoyado en el secretario del Trabajo, Francisco Xavier Salazar, el Grupo Mexico pretendió desbancar a Gómez Urrutia del liderazgo minero y perseguirlo penalmente. El líder fue repuesto en su cargo en abril pasado por los tribunales de amparo, por lo que tuvo que escogerse una estrategia alternativa en la que se buscará que Rupertino García Reyes corra con mejor fortuna que Elías Morales.– México, D.F.