Plaza Pública: Las jugadas de Mario Marí­n

Diario de Yucatán

Miguel Ángel Granados Chapa

El domingo serán elegidos en Puebla 217 ayuntamientos y 41 diputados locales, 26 de mayorí­a y 15 de representación proporcional. No está en juego el Poder Ejecutivo, pero el todaví­a gobernador Mario Marí­n pretende hacer de los comicios un plebiscito que lo ratifique en un cargo del que deberí­a haberse marchado y que está en cuestión ante la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación, que lo investiga por pedido de las dos cámaras del Congreso de la Unión.

Para aparecer como el gobernante firme, en conexión con sus gobernados, y no como es un funcionario al servicio de los peores intereses particulares, Marí­n ha echado mano de toda clase de arbitrios. Al mismo tiempo, se propone garantizar su futuro inmediato, en el que podrí­a haber un juicio polí­tico generador de consecuencias penales. Para lograr este último propósito ha colocado en los primeros lugares de la lista de candidatos a diputados a los dos polí­ticos en que confí­a, Javier López Zavala, quien fue su secretario de Gobierno y a quien no pudo hacer candidato a alcalde, y Valentí­n Meneses, ahora lí­der del PRI estatal y hasta hace meses su vocero, tan calificado que se pudo decir de él que, comparado con Rubén Aguilar, éste resultaba un tesoro de eficacia y de congruencia.

Además, bajo cuerda Marí­n ha establecido un pacto con Elba Ester Gordillo, con cuyo partido Nueva Alianza no pudo hacer que el PRI se coaligara, como el Panal ha hecho en otras entidades, pero al que el todaví­a gobernador ayuda a figurar en el panorama polí­tico estatal. Por eso su amigo, el ex futbolista Roberto Ruiz Esparza, es candidato a presidente municipal de la capital postulado por el partido magisterial. Una vez que el deportista, con quien juega cascaritas dos veces por semana en la casa de Gobierno, abandonó el PAN que lo hizo diputado federal, Marí­n lo contaba entre los aspirantes a quienes pretendí­a que el PRI postulara a la alcaldí­a poblana. Me está llevando de la manoá, dijo Ruiz Esparza a Emilio Maurer, en la célebre conversación grabada por el propio ex futbolista en que se descubrió la eventual maniobra que hoy tiene al equipo de Puebla de regreso en la Primera División.

Pero cuando Marí­n se vio imposibilitado de meter un gol a su partido imponiendo a Ruiz Esparza, quien quizá es uno de sus financieros (él, que con la mano en la cintura prestó $2.000,000 a la palabra a Maurer), concretó en su persona su acuerdo con (Elba) Gordillo y por eso el ex legislador panista, quien actuaba como aspirante priista, terminó compitiendo con el Panal, cuyas veleidades son acordes con las suyas, pues lo mismo es aliado que adversario del PRI y del PAN.

Marí­n, en provecho propio, pues puede lograr un triunfo que él presente como suyo, tuvo que admitir la candidatura de Blanca Alcalá, quien hace seis años lo increpó porque desde la alcaldí­a poblana, entonces en manos de Marí­n se habí­a dinamitado su aspiración al cargo al que ahora parece encaminarse. Al menos eso indica la encuesta de Consulta Mitofsky, levantada entre el 16 y el 19 de octubre, que registra una ventaja sustantiva para la candidata del tricolor: 47.1% de preferencias contra 22.9% de Antonio Sánchez Dí­az de Rivera, el candidato panista. Ella fue diputada local al final de los 80, secretaria de finanzas de Manuel Bartlett y subsecretaria de Desarrollo Social de Marí­n, a cuyo grupo no pertenece y en el que quedó incluida por la composición a que obliga la federación de intereses que es el PRI.

Marí­n ganó la gubernatura hace tres años con menos del 50% de los votos, factor adverso que no habí­a padecido ninguno de sus antecesores (Bartlett todaví­a logró en 1992 poco más del 70%). Y si bien la sólida estructura de su partido se manifestó en la integración de la legislatura (su mayorí­a se forma con 27 de las 41 diputaciones), apenas la polí­tica ha quedado a cargo suyo no ha hecho más que perder. Rafael Moreno Valle se fue del PRI para ser candidato ganador al Senado de la República, y el PAN obtuvo 12 de las 16 curules federales. No fue sólo el influjo del candidato presidencial del PAN (triunfador en Puebla) lo que modeló ese resultado, sino el desprestigio que cubrió al gobernador desde que fueron descubiertas maniobras judiciales en beneficio de Kamel Nacif, el empresario que demanda el torcimiento de la ley para cobrar favores y de las que el gobernador fue responsable.

Marí­n ha gastado colosales sumas con el doble propósito de frustrar a la Justicia, sobre todo en el caso de Lydia Cacho, y de hacer que candidatos de su partido ganen tal número de votos que parezcan otorgados en su favor. La fórmula que suelen emplear los opositores (incluido el PRI en los casos en que lo es), denunciando una elección de Estadoá, se aplica plenamente en este caso. El reclamo panista sobre ese punto, sin embargo, es menos vigoroso que en elecciones anteriores debido a la notoria consonancia que mantienen Marí­n y Calderón, que ya no se identifica con el candidato presidencial que en febrero del año pasado demandaba enjuiciar al gobernador.

Si la Suprema Corte hubiera dado por concluida la investigación sobre Marí­n a cargo del ministro Juan N. Silva Meza, éste habrí­a dejado el gobierno o le serí­a imposible impulsar el triunfo de sus candidatos. Pero el mayor tribunal se amilanó y retorciendo la lógica aplica reglas ideadas para futuras investigaciones a la de Puebla, que ya habí­a concluido. Esperemos que no haya sido así­ con vistas al 11 de noviembre.– México, D.F.