Nuevo caso de pederastia

Se sospecha que pudiera estar conectado con una red de pornografí­a infantil que se extiende a California y Texas

Gardenia Mendoza Aguilar
Corresponsal de La Opinión

09 de noviembre de 2007

MÉXICO, D.F.– El archivo fotográfico digital que el cura Carlos López Valdés guardaba en su computadora personal dista mucho de lo que podrí­a tener un pastor de Dios: no eran imágenes de obras de caridad ni mucho menos de celebraciones eucarí­sticas, sino de sexo explí­cito con niños y desnudos personales.

Ahí­ se descubrió retratado Jesús Romero, una de las ví­ctimas-modelo de este párroco del Distrito Federal que hasta hace un par de semanas ejercí­a en la Iglesia de San Agustí­n Las Cuevas y otras capillas del centro de la delegación Tlalpan.

"Me habí­a prestado su máquina para hacer mi tarea y no se dio cuenta que habí­a olvidado un CD con las fotografí­as de muchos niños, algunos que yo conozco", cuenta Jesús, quien hoy tiene 24 años, pero fue abusado por el sacerdote durante siete años: desde los 11 a los 18 años.

Este joven se convirtió ayer en la primera ví­ctima de abusos sexuales de sacerdotes en salir del anonimato en México. Joaquí­n Aguilar, quien denunció al cardenal Norberto Rivera por conspiración internacional en el delito de pederastia, hizo público su rostro, pero en Los Ángeles, California.

En un acto de gallardí­a, Jesús ofreció ayer una conferencia de prensa, en el marco de la presentación del libro Pruebas de Fe (ed. Planeta) en el que la periodista independiente San Juana Martí­nez documenta la red de cardenales y obispos en la pederastia clerical.

"Decidí­ dar la cara porque no quiero que ningún otro menor de edad sufra lo mismo que yo", grita Jesús con los ojos húmedos; manos y mentón temblando.

Durante varios años, él guardó parte de la correspondencia pornográfica que el presbí­tero tení­a con otros homosexuales y en la que narraba sus encuentros í­ntimos con los menores.

En una de estas misivas, el interlocutor agradecí­a las fotografí­as que López Valdés le habí­a enviado. "Muy buenas fotos" –señalaba el remitente– "te enví­o una tanga para que se la pongas al muchachito, se verá encantador".

"Sospechamos que puede haber una red de pornografí­a detrás de todo esto", denuncia José Bonilla, el abogado de Jesús que también llevó el caso de Joaquí­n Aguilar contra Rivera y el presbí­tero prófugo de la justicia Nicolás Aguilar.

"Hay evidencias de que las fotos de sexo oral, sodomizaciones y desnudos fueron enviadas a correos electrónicos de Texas y California", agrega. "La Arquidiócesis tiene pleno conocimiento de esto, yo se lo dije personalmente al cardenal Norberto".

Jesús ya interpuso la denuncia por su caso ante la Procuradurí­a General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) que ahora integra la averiguación previa y esperan que en 10 dí­as se dicte la acción penal contra López Valdés, pero temen que huya a Estados Unidos.

Mientras tanto, Jesús intenta convencer a otros muchachos que aparecen en las fotografí­as para que denuncien, sin embargo, no ha tenido éxito. "Uno de ellos, un niño de 11 años, todaví­a le sirve de sacristán y también se ha rodeado de otros pequeños, que seguramente serán sus nuevas ví­ctimas", dice.

Jesús conoce el modus operandi del presunto pederasta: se hace amigo de madres solteras o familias desintegradas y ofrece apoyar a sus hijos en la escuela a cambio de que los dejen vivir con él.

"En mi casa habí­a muchos problemas por dinero y a mi mamá le dio orgullo y satisfacción que alguien en quien confiaba quisiera darme educación", cuenta.

"Un dí­a me invitó a pasar el fin de semana a su casa de campo en Jiutepec, Morelos –a 120 kilómetros de la Ciudad de México– y ahí­ empezó a abusar de mí­. Yo estaba confundido: por un lado me daba la atención y el cariño que mi padre no me daba porque era muy distante de sus hijos y, por otro lado, temí­a que mi familia me echara la culpa de esa relación.

"A los 17 años me volví­ alcohólico y drogadicto por la depresión. El padre iba a casa de mis padres a comer todos los domingos y les inventaba cosas para justificar mi ausencia, hasta que uno de mis hermanos me internó en una clí­nica de rehabilitación. Ahí­ me convencieron de que tení­a que sacar lo que llevo dentro... y eso estoy haciendo".

La Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes (SNAP) tiene documentados 60 curas mexicanos que viajaron a Estados Unidos, violaron a niños allá y regresaron a México y 30 sacerdotes estadounidenses que huyeron de la justicia en Estados Unidos y cruzaron la frontera.

Pero las ví­ctimas no se atreven a denunciar por miedo al rechazo y a la poca confianza en la justicia mexicana.