
Indigna que en un país de pobres se presuma a sus hombres ricos
Submitted by nadezhda on Mié, 09/30/2009 - 14:24
El Financiero
Sergio Raúl López
Lunes, 28 de septiembre de 2009
* Un documental de la niñez campesina trabajadora.
La denuncia no es necesaria. Resulta evidente y visible en las bellas y terribles imágenes de incontables niños dedicados a mil oficios: acarrear agua, cargar leña, trenzar hilos, tallar madera con una navajita, cortar caña, dar maíz a las gallinas, cuidar bebés. La Constitución prohíbe el trabajo infantil, pero la realidad, la miseria, se imponen.
La regla es muy simple: cuando la pobreza y la marginación impiden aspirar a algo más que a la diaria sobrevivencia, todos los integrantes de una familia deben trabajar, desde aquellos de escasos años hasta los de la más provecta vejez. No hay otra salida para la subsistencia. Y si la ley obligara a estos niños campesinos a dejar de laborar, sus familias pasarían todavía mayores apuros. La moral occidental resulta poco realista y demasiado exigente.
Un asunto así de claro y sencillo requería de una narrativa de gran pureza cinematográfica, y esa fue la forma en la que Eugenio Polgovsky encaró su proyecto. Durante los 90 minutos de duración del documental Los herederos (2008) se prescinde de la voz en off y de la entrevista directa, siendo la música del filme -de la Banda Mixe de Oaxaca- y algunas frases o interjecciones de sus protagonistas el único lenguaje, nada más. La economía de medios implica renunciar a las denuncias panfletarias y a los dramatismos baratos y concentrarse en el montaje, que va envolviendo en su ritmo. Basta mirar entonces, en toda su fragilidad, a estos pequeños y sus infatigables quehaceres para hacernos conscientes de su situación.
Los herederos se estrenó el fin de semana en la cartelera mexicana con ocho copias en 35 mm, patrocinadas por la UNICEF, que la considera una herramienta de sensibilización sobre la niñez trabajadora del medio rural y que la distribuirá al público de diversos países.
Este segundo documental le tomó a Polgovsky tres años de trabajo y le permitió desempeñarse como fotógrafo, editor y director. Ha tenido una gran acogida en diversos festivales, pues ganó premios como el Coral del Festival de La Habana; el Amnistía Internacional, en Liubliana, Eslovenia, y en Lisboa; en Fidocs de Santiago de Chile; el José Rovirosa de la UNAM; el Ariel -a mejor documental y a mejor edición-, además del Festival de la Memoria de Tepoztlán y el Feisal en el Festival de Guadalajara, entre otros.
-La cinta está llena de sorpresas. Vemos, por ejemplo, a un niño que se hiere un dedo cortando madera y acabamos por descubrir que estaba creando un alebrije.
-Quién se iba a imaginar, al principio, lo que iba a sacar de este pedazo de rama -dice Polgovsky-. ¿Tú crees que yo lo sabía? No, y lo estoy descubriendo junto a la cámara, dándole al montaje la sensación no solamente en el tiem- po visual y real sino en el tiempo del pen- samiento, de la secuencia.
-La cinta no solamente denuncia el trabajo infantil, sino muestra la vida cotidiana de estos niños, y resulta evidente que son víctimas más por ser campe- sinos que por ser menores.
-Me indignan las desigualdades. Me indigna este país en el que hay tantos millones de pobres pero que presume a sus hombres más ricos del mundo; que es la decimoquinta economía global y en el que estemos cotidianamente rodeados de espots, que son de ciencia ficción, qué absurdo que inviertan tanto dinero en convencerte de que van a hacer algo. ¡Mejor que lo hagan! Todos estos absurdos son parte de nuestra cotidianidad y están presentes en Los herederos, en los niños de cinco años cose- chando en un campo de ejote.
De acuerdo con cifras de la UNICEF y del Inegi, hay 1.2 millones de niños, menores de 14 años, trabajando.
-¿Qué es lo que está pasando con nuestra civilización? -se pregunta el cineasta-. Yo creo que esta película busca ir muy profundo, busca cuestionar nuestros cimientos y hacernos repensar qué es civilización, qué es democracia, qué es justicia, qué es México. Siento que en el campo está realmente nuestra raíz, de ahí venimos, de ahí comemos; pero ni siquiera tenemos conciencia de consumidores. Nadie imagina que el tomate tan jugoso que se come pudo haber sido cortado por un niño de 11 años al que lo aplastó un tractor mientras trabajaba seis horas bajo el sol, mal pagado y explotado. La gente ni siquiera se entera, porque el manejo de los medios masivos está controlado en todo su espectro. Obviamente, no es un cine cómodo para el sistema.
-Este documental no plan- tea el dilema moral de impedir que los niños trabajen, sino retrata la sociedad en la que viven, invisibilizada, además.
-Creo que este documental rescata y busca hacer un homenaje a la dignidad con la que estos niños sobreviven en sus dificultades. Y busca enaltecer su dignidad, ver un instante de la vida de un niño trabajador del campo y el orgullo, la fuerza y el talento con que lo asume, ahí es donde nos vamos a asombrar de sus capacidades, donde nos vamos a enamorar de ellos. Cuando compartí con ellos el silencio, su lugar, su esfuerzo, me daban una lección rotunda de trabajo, de disciplina. Por eso me dije que tenía que hacerles una sinfonía con mi documental, un homenaje para que vean sus capacidades y su talento. Mirar, también, cómo nosotros estamos en una decadencia postmoderna, en una enajenación de información y, en general, en una gran distancia frente a los temas vitales e importantes de este mundo, porque los niños no son el futuro, son el presente. Pero también está este tema de cuando crezcan, muchos van a ser migrantes. ¿Cuál será su destino al cruzar el desierto?
-Los niños llegan, de pronto, a decir alguna frase, pero más bien se retrata su dinámica de vida.
-Algún cineasta que dice que cuan- do hay una revelación de esta fuerza es una obligación ponerlo en la película. Yo lo sentí. Y por más que vaya contra tu estilo, no importa, eso va. Pero en general tengo fe plena en la narración en movimiento con el mon- taje, no podemos hablar solamente de la fotografía sino de la fotografía en movimiento, del tejido de miradas que puede narrar a nivel muy profundo, y a lo mejor nos da más preguntas que respuestas, pero esa es la realidad cotidiana.
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