Martí­ Batres Guadarrama: Las instituciones también cambian

De la jornada del dí­a jueves 24 de agosto de 2006
http://www.jornada.unam.mx/2006/08/24/024a2pol.php

En los dí­as recientes, frente al formidable movimiento de resistencia civil que se ha levantado contra el fraude electoral del pasado 2 de julio, la derecha no ha podido acertar a construir un discurso creí­ble que desvirtúe las denuncias de la coalición Por el Bien de Todos. En su lugar, ha resucitado el viejo discurso prií­sta del "respeto a las instituciones". La coalición denuncia que 33 por ciento de las casillas revisadas en el reciente recuento contienen urnas embarazadas y que a 31 por ciento más de los paquetes revisados les fueron sustraí­das boletas electorales. A más de 10 dí­as de que terminó el recuento ni el PAN ni el IFE han explicado por qué hay casillas con más boletas de las que se entregaron por la mañana. ¿Quién introdujo las boletas sobrantes? ¿Por qué el IFE no declaró inconsistentes estas casillas? ¿Por qué no se abrieron para su revisión estos paquetes electorales? ¿Por qué el tribunal electoral no abrió todas las casillas embarazadas? ¿Por qué la televisión no informa que 33 por ciento de las casillas revisadas fueron literalmente taqueadas?

Ninguna respuesta de la derecha. Ninguna explicación. Lo único que nos dicen es que hay que acatar las resoluciones de las instituciones. Parece un discurso religioso más que polí­tico. Como si las instituciones fueran eternas. Como si nunca se equivocaran. Como si no fueran también alteradas, transformadas y hasta sustituidas a lo largo de la historia.

Los grandes acontecimientos ponen a prueba a las instituciones. Y algunas no resisten la prueba. Los grandes acontecimientos a veces sepultan a instituciones inservibles o generan nuevas instituciones. Si las instituciones nunca cambiaran, a estas fechas seguirí­amos teniendo entre nuestras instituciones al tribunal del Santo Oficio y a la Santa Inquisición, sagradas e intocables instituciones de su tiempo. Tendrí­amos también el fuero militar o el fuero eclesiástico, instituciones también que parecí­an inalterables ya muy avanzado el siglo XIX. Más recientemente, ya en el XX, entre nuestras instituciones aparentemente inalterables estaba el partido de Estado, el Departamento del Distrito Federal, la Dirección Federal de Seguridad, entre otras. Todas esas instituciones y muchí­simas más han desaparecido.

Las instituciones se transforman. No son sagradas. No son eternas. No son infalibles. Hace apenas una docena de años que fueron creadas instituciones como el IFE, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, e inclusive fue renovada al ciento por ciento la composición de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Todos estos cambios están relacionados con las transformaciones profundas que han ocurrido en la base de la sociedad. Pero desgraciadamente, algunas de estas instituciones se han envilecido tan pronto como se han creado. El presidente Vicente Fox, paradójicamente el primero que afirma tener plena legitimidad electoral, se ha encargado de corromper al presidente de la Suprema Corte, de enlodar a todo el Consejo General del IFE y de pudrir numerosas instituciones que supuestamente nacieron para fortalecer el cambio democrático. Esas instituciones han sido envilecidas con el objetivo de satisfacer el deseo presidencial de reproducir, a toda costa y a cualquier costo, a su grupo polí­tico y económico en el poder.

En esta delicada hora de transformación de México fallaron muchas instituciones. No sirven para que haya democracia en México. Están hechas para que nunca ganen los de abajo. Es hora de que el pueblo discuta cómo evaluamos a las instituciones, cómo renovamos las instituciones, cómo creamos nuevas instituciones. Y eso lo podemos hacer en el marco del verdadero Estado de derecho, es decir, de nuestra Constitución, porque el Estado de derecho es esencialmente un poder polí­tico acotado en sus atribuciones por los lí­mites que una Constitución le impone y por los derechos que esta misma otorga al pueblo. La Constitución polí­tica del Estado Mexicano otorga al pueblo el derecho inalienable de modificar y alterar la forma de su gobierno.

Para discutir este gran tema también servirá la Convención Nacional Democrática, que se realizará en la ciudad de México el próximo 16 de septiembre, y en la que podrán participar todos los mexicanos que tengan voluntad de transformación polí­tica y social de nuestro paí­s. Así­ ha sido en otros momentos históricos de la vida de México.