Derrota y Esperanza

Interesante articulo publicado en reforma hace unos dí­as, si bien no lo comparto del todo su lectura resulta muy interesante, particularmente en la parte final.

Nos vemos mañana, la cita es en San Lázaro, no olviden el traje de baño para las tanquetas lanza agua.


Derrota y Esperanza

Juan Villoro

Gracias a Vicente Fox, México pasó de la dictadura perfecta a la caricatura perfecta. En su sostenido afán de convertir la polí­tica en chistorete acaba de decir que los pesimistas buscan "el prietito en el arroz" sin advertir que el paí­s es una magní­fica paella. Oaxaca está en llamas y el Distrito Federal enfrenta una de sus peores crisis, pero el Presidente nació para silbar y hacer chistes.En este contexto es difí­cil ser optimista desde la izquierda. Las elecciones del 2 de julio nos dejaron la impresión de atravesar a nado el océano para ahogarnos a unos metros de la orilla. La tristeza ante la oportunidad perdida ha nublado nuestro juicio. El PRD se convirtió en la segunda fuerza en el Congreso y aumentó su presencia en la capital. Es difí­cil reparar en estas buenas noticias cuando hay asuntos más graves, pero el futuro de la izquierda dependerá de construir a partir de lo que ya ha ganado y de invitar a su mesa a la autocrí­tica, esa señora con fama de extranjera.López Obrador insiste en actuar exclusivamente desde el agravio. Pero lo que está en juego no es sólo quién ganó la Presidencia sino el porvenir de una alternativa que combata la desigualdad social sin dañar las libertades individuales.La derecha propone un proyecto discriminatorio y de defensa de privilegios. Los más favorecidos se ven tentados a apoyar un esquema que los defiende. La paradoja es que sólo si se incluye a los demás tendremos una nación viable. Tarde o temprano, los desajustes laceran y fracturan.López Obrador apareció como un lí­der carismático ante las multitudes y poca paciencia ante las ideas. No era un candidato perfecto pero es difí­cil que uno lo sea. En 2006 enfrentamos una situación histórica con actores de segunda fila. Una épica protagonizada por extras.Nuestra ausencia de trato democrático nos lleva a creer que todo apoyo es un cheque en blanco. Por eso, en el acto de campaña dedicado a la cultura, comenté ante López Obrador que la izquierda no puede ceder a la tentación del mesianismo: sólo cumplirá sus objetivos cuando ofrezca la mejor plataforma para ser criticada. ¿Habí­a posibilidad de crear un proyecto plural más allá del lí­der? Nuestra hora parece exigir figuras de excepción. Muy poca gente conoce al presidente de Suiza, y sorprenderí­a poco que fuera un reloj cucú. En cambio, nuestros mayúsculos problemas reclaman a un prócer que nadie ha visto por ninguna parte. Si la polí­tica se piensa como un teatro donde sólo intervienen los caudillos, está claro que no hay alternativa. Pero la historia muestra que existen las corrientes, los relevos, los contrapesos.Muchos votamos por López Obrador pensando en una izquierda aún por construirse, capaz de combatir la inercia corporativa del PRD, el partido que descubrió los taxis pirata como opción polí­tica. No es una tarea fácil, pues enfrenta escollos dentro y fuera de la izquierda.López Obrador recibió ataques deleznables. Un candidato legí­timo fue presentado como "peligro para México". A esta disparidad se añadió el desví­o de fondos del programa Oportunidades hacia la campaña del partido oficial, documentado por José Reveles en su libro Las manos sucias, y los pactos corporativos con Elba Esther Gordillo y su poderoso sindicato.Sin embargo, a pesar de la campaña del miedo y la parcialidad del gobierno, López Obrador pudo ganar la Presidencia. Hay que condenar los obstáculos aviesos que se le pusieron, pero también sus propios errores. No asistir al primer debate fue una afrenta al diálogo. Mientras sus enemigos lo comparaban con Hugo Chávez, él hizo poco para convencer que era un candidato para todos, capaz de negociar con empresarios, profesionistas, vecinos, gente distinta a quienes lo vitoreaban en las plazas cuando le decí­a "chachalaca" al Presidente. Quizá inspirado en el propio Fox, que llegó a Los Pinos con la promesa de capturar "tepocatas", López Obrador acudió a otra especie del bestiario popular. Pero los sí­mbolos operan de manera caprichosa. Fox proviene de la derecha, fue gerente de la Coca-Cola, gobernó un estado muy tradicional. En su caso, los arrebatos populacheros lo acercaban a un público distinto al suyo. En cambio, López Obrador habló de chachalacas para satisfacer al núcleo duro de sus fieles, gente dispuesta a seguirlo a donde sea que para su desgracia no forma mayorí­a.En el libro 2006. El año de la izquierda en México, coordinado por Guillermo Zamora, escribí­ que López Obrador era un caudillo formidable y un limitado estadista. Apoyarlo significaba creer en un proyecto colectivo. Habí­a signos alentadores para ello: José Marí­a Pérez Gay se perfilaba como responsable de la polí­tica exterior y Juan Ramón de la Fuente en la polí­tica interior. Los resultados que hasta ahora tenemos han cambiado esta ecuación. López Obrador pide defender una agenda que no formó parte de la campaña: desconocer las elecciones y transformar el paí­s a través de la resistencia civil. Para ello será necesario otro pacto que no puede depender exclusivamente del agravio, sino que debe pasar por la admisión de errores y las propuestas concretas de renovación.El recuento total restablecerí­a la credibilidad de los comicios. Esta reivindicación legí­tima ha sido empañada por estrategias antidemocráticas, como solicitar la intervención del Tribunal Electoral y condenar de antemano su fallo, irrumpir en una ceremonia en Catedral, bloquear avenidas con apoyo del gobierno de la ciudad. Las marchas y los mí­tines hubieran sido la mejor fuerza moral hasta el 6 de septiembre. Una vez conocido el fallo, se podrí­a actuar en consecuencia. Ahora se corren los riesgos de la pérdida de capital polí­tico, la provocación y, lo peor de todo, la represión.La esperanza debe pasar por la autocrí­tica. No hemos llegado a la orilla, pero la culpa no es sólo del proceloso mar, sino de la forma en que tratamos de cruzarlo. Hay cosas que salvar en lo que queda del naufragio. No se trata de ser conformistas. Se trata de impedir una segunda derrota. Esta vez entre nosotros.