De lo ibseniano de la realidad

Ahora es cuando hay que estar verdaderamente preparados. Porque en cuanto el Tribunal consuma el fraude con su ominosa firma, iniciará la verdadera campaña de denostación en contra de todo aquel delincuente que se oponga a la inatacableá voz de la ley.

El propio dí­a del fallido informe de gobierno, la diputada Arvizu de Alternativa lo puso muy en claro al ridiculizar la extremada tendencia de los panistas a ajustarse a la letra de las leyes y olvidar su espí­ritu, haciendo gala de una mentalidad tan estrecha como únicamente se ha visto en los máximos dictadores de la historia, individuos que sólo beben té, dicen sus oraciones cada noche y al caminar por la banqueta se cuidan de no pisar raya pero a los que no les tiembla un músculo para aplicar mano firmeá contra los que se oponen a las sacrosantas e incorrompibles instituciones (por muy mal olor que éstas despidan).

En 1882 Ibsen lo puso muy en claro. El Doctor Stockmann descubre la inmundicia en un balneario y de paso en el sistema, se opone a éste (al sistema, quiero decir) y los poderosos no tardan en colgarle el tí­tulo de Enemigo del Puebloá para que sea el pueblo mismo el que se sienta agredido y eventualmente pida su cabeza en una picota. Comprar a los medios (en este caso el periódico local) no resulta problemático, mucho menos manipular la verdad. El pueblo, al final, no puede tolerar que le hayan cerrado Paseo de la Reforma, perdón, que le quieran cerrar el balneario, y pide que se le crucifique ipso facto y sin sal.

A final de cuentas, la historia es tan vigente como la famosa frase de aquel florentino tan amigo de los Borgia, el fin justifica los mediosá o, como quien dice, da lo mismo violar urnas que comprar magistrados o atizar odios con la tele mientras el poder se quede azul pintado de azul

Ahora es cuando hay que ponerse vivos porque lo que sigue es ponerle precio a la cabeza del Doctor Stockmann, que está fuera de la ley, fuera de cordura y además es un peligro para México, perdón, para Noruega.

Y ya con el aval del tribunal, con el supuesto apoyo de la ley, con el tí­tulo oficial de Presidente electo y hasta club de fans en el opus dei, a ver quién le detiene las manos a Fecal para que no organice el desfile militar en todo el paí­s con el pretexto de que en el zócalo no lució

Ibsen, que era un genio, lo predijo. Pero a él qué más le da si México le queda muy lejos y además lleva cien años viendo cómo crece el pasto desde abajo. Jodidos nosotros que tendremos que aguantar a FeliPillo un sexenio paseándose por México en su disfraz de César Borgia michoacano y trepado en su tanqueta blanquiazul.

Todos somos hijos de Pedro Páramo.