Del Milenio del Miércoles 6 de Septiembre de 2006

De Ribete
Federico Arreola

No voy a aceptar a Calderón como Presidente de México. Él no ganó las elecciones del 2 de julio, y lo sabe.

Ayer, en el Zócalo, mucha gente firmó un texto preparado por diputados y senadores. Yo no lo hice, me retiré antes de que me pasaran la hoja de papel. Su tono me pareció ligeramente burocrático y me abstuve. Firmo a diario mis artí­culos, y es suficiente. No sé cuánto tiempo más continuaré con éstos en el periódico. Mucha gente pide que me corran de aquí­. También, muchas personas piden que se me aumente el sueldo, no bromeo. Lo que sea, supongo que estoy en capilla. Me agrada tal expresión que tiene que ver con los condenados a muerte, es decir, con el periodo que pasan rezando desde que se anuncia su sentencia hasta la ejecución. Incrédulo como soy, no me da por la oración, ni lo mande Dios. Pero la frase me cae como anillo al dedo. En fin, mientras me dure el gusto, insistiré en decir la verdad en mi columna: Calderón perdió, Andrés Manuel obtuvo más votos, pero hubo fraude. Por lo que a mí­ respecta, el único Presidente electo es López Obrador, y ya.

Ahora resumiré lo que me envió Jimena Hernández: Hoy amaneció lloviendo, parecí­a que el cielo lloraba, como avisando que algo negro ocurrirí­a. Hoy es uno de los dí­as más tristes para México. El Tribunal Electoral traicionó al paí­s dotando de legalidad a un proceso que visiblemente estuvo fuera de la ley. La gente está indignada. La magistrada, con cinismo y en un acto de burla, declaró que no todo fue dentro de la ley, pero hay que comprender la naturaleza humana y que no hubo elementos para revisar la elección. Felipe Calderón festeja, México se llena de rabia y un niño pregunta: Papi, ¿qué hay de malo en contar voto por voto?á