¿Estamos contentos con obedecer las leyes injustas?: H.D. Thoreau (II)
Submitted by nadezhda on Mié, 09/06/2006 - 19:15
Artículos de El Financiero impreso (Septiembre 6 de 2006), y que he separado para su mejor lectura: Desobediencias y La resistencia cultural
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La resistencia civil en la historia
José David Cano / Sergio Raúl López
En México el Partido Acción Nacional, hasta antes de 2006 había sido el principal promotor de la llamada resistencia civil. En los siguientes dos textos --que en realidad es uno solo--, los autores echan un vistazo al concepto; en el primero de ellos se rastrean sus orígenes (y cómo se ha llevado a cabo); el segundo narra lo que está pasando en estos momentos (NdelaR).
La resistencia cultural
"Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución; es decir, el derecho a negarse a la obediencia y poner resistencia al gobierno cuando éste es tirano o su ineficiencia es mayor e insoportable." La sentencia del poeta H.D. Thoreau no se lee en varios kilómetros de resistencia pacífica. Pero es indudable que la anima cierto aire cultural.
La batalla más encarnizada que han enfrentado los miles de ciudadanos plantados en el Paseo de la Reforma, Madero y el Zócalo, desde el 30 de julio pasado, ha ocurrido en el tablero de ajedrez. Claro que se mantienen en la calle como vía de resitencia pacífica para protestar por la forma en que ocurrió la elección presidencial, pero el deporte-ciencia es su principal afición.
La estrategia y el oficio requeridos para mover torres y reinas, caballos y peones, alfiles y reyes se ejerce a diario en varios kilómetros de la avenida más emblemática de la capital mexicana. En todos los campamentos es posible encontrar jugadores concentrados en derrotarse mutuamente. Los menos jugando dominó y baraja. Pero también hay libros. Y periódicos murales. Y dibujos. Y carteles. Y frases manuscritas. Y mojigangas. Y música. Y baile.
Justo en eso, en el carácter pacífico y sobre todo cultural de la Asamblea Permanente, radica la gran sorpresa. En redescubrir a la sociedad solidaria y autoorganizada, comunitaria.
Debajo de las lonas gigantescas, interminables, amarillas; de los kilómetros de mantas, carteles y periódicos murales, ha surgido un ambiente canavalesco, festivo, que en medio de la tensión, de la rabia sorda que se adivina en la sociedad mexicana inconforme, ha transformado la protesta y vuelto sinónimo de expresión individual, de toma de conciencia, de visibilización de la cultura popular mexicana.
No podría entenderse, pues, de otra forma que durante las noches la música vague, sigilosa, de un campamento a otro. Que la melancólica alegría del son jarocho, encarnada en una treintena de jaraneros, acuda religiosamente a visitar a los plantonisatas y ofrezca largas sesiones de fiesta con zapateos, arpas, jaranas y requintos del sur de Veracruz. La brigada de voluntarios, autogestica y sin dirigentes, surgida espontáneamente dese la gran marcha que provocó el plantón no ha faltado un sólo día con su regalo sonoro. Se les conoce simplemente como Fandango por la Democracia.
Y, como ellos, cientos de cantautores ocupan los múltiples foros de los campamentos para no sólo inconformarse mediante piezas oratorias. El andador forzado en que se han convertido las calles han devenido foro repentino, fugaz para declamadores, cuentacuentos, saxofonistas, violinistas, percusiones africanas y brasileñas, tenores, bandas de viento. Sonidos distantes del mitin y la consigna. Y de la supuesta -mediática- violencia de los renegados.
Centro indudable de este fervor artístico y político es el escenario permanente de la plancha del Zócalo. La plataforma para los discursos de Andrés Manuel López Obrador sirve también para otro tipo de rituales. A diario su escenario alberga decenas de artistas: ensambles de cuerdas, de percusiones, de vientos, grupos huastecos, bandas de rock, ska y reggae, cantantes de ópera, clavecines, coros y cientos de solistas que han tomado como suya la primera plancha de concreto de la República.
Ahí, Eugenia León volvió sello de la resistencia civil su interpretación a capella de "La paloma" con paráfrasis letrística de la lucha juarista - y reciente adaptación obradorista. La grabación suena incesantemente en cientos de reproductores por todo el plantón, lo mismo que la balada "Color esperanza" del argentino Diego Torres -opuesto a su uso político- y se han levantado del olvido y el anacronismo temas de protesta latinoamericanos: Quilapayún, Amparo Ochoa, Gabino Palomares, Carlos Publa y la nueva trova cubana.
Centenares de décimas espinelas han surgido con la exigencia del recuento, cientos de canciones a ritmo de banda norteña, polca, corridos de Zacatecas, chilenas de Guerrero, cumbias contra el fraude, un merengue del Pejelagarto, salsa, reggaetón y un hip-hop terriblemente duro de Molotov.
Un movimiento político que canta, que suena, tiene que bailar. Y es lo que se hace en los campamentos de Iztapalapa y de Iztacalco, donde un sonidero programa cumbias, salsa, son cubano y hasta reggaetón en un par de pistas cerca del Hemiciclo a Juárez -junto al trío de criticadas canchas de futbol rápido-, lo que generó la idea del concurso "Bailando por un fraude" que Jesusa Rodríguez organizó en el Zócalo.
Por cierto, junto a la teatrea -maestra de ceremonias y promotoral cultural del plantón- aparecen actores, escritores y cantantesque apoyan el movimiento de resistencia: Ofelia Median, Daniel Giménez Cacho, Isela Vega, Sergio Pitol, Elena Ponitowska, Dolores Heredia, Héctor Bonilla, Regina Orozco y hasta Jorge Arvizu el Tata que de oficio vocero foxista en la serie cómica El privilegio de mandar ahora acabó pejista, tras grabar algunas breves parodias distribuidas masiva y gratuitamente, la más famosa de ellas resulta elocuente: " ¡Hay tamales calientitos!"
Los televisores se multiplican en minisalas audiovisuales con algunos asientos para el paseante. Además de los cuatro documentales de Luis Mandoki de rigor ( ¿Quién es el señor López?) y de algunos otros como los del Canal 6 de Julio (Democracia para imbéciles o Foxilandia) y de películas. La pantalla gratuita, reflexiva, para todos, pues sólo cuestan las palomitas.
En esa amalgama carnavalesca que subvierte el orden y permite todo exceso verbal encontramos una feria con carrusel, tiro al blanco con Fexestein y King FeCal como monstruos que arrojan agua; carritos en riel; talleres de pintura y manualidades.
Algo se ha despertado en esta protesta. Y no tiene que ver con las ambiciones políticas ni con los fraudes electorales. El pueblo tomó la calle sin saquear comercios, quemar autos o pintarrajear edificios. Dejó salir esa vena profunda, esa raíz del arte y la cultura popular. Cantó, dibujó, trazó poemas. ¿Existe una forma más gozosa de manifestar el desacuerdo? (Sergio Raúl López)
nvm
