Los débiles ante las leyes de los fuertes

El espí­ritu inútil

El Financiero impreso                                Jueves 21 de septiembre de 2006

 Pablo Fernández Christlieb

 Hay la fuerza del espí­ritu, la fuerza del derecho,, las fuerzas del mercado, la fuerza de voluntad y luego inventan la fuerza de la razón o la fuerza del amor; y hay los fuertez, que son los que tienen todas las anteriores, y son muy felices. A los fuertes les encantan las leyes, todas las leyes, las de la naturaleza, las de Dios, las de la economí­a, las de la constitución, porque todas son la ley del más fuerte, por eso les gusta obedecerlas, que es como obedecerse a sí­ mismos, y hacerlas cumplor a otros que por sí­ solos no sáben cómo hacerlo, y qe se pueden llamar débiles, de espí­ritu, de voluntad, de finanzas y de otras cosas.

Lo que tienen en común las fuerzas y las leyes es que se las enjaretan a todos, les guste o no. Históricamente, a la religión fue a la primera a la que se ocurrió descubrir la fuerza de la ley; después a la ciencia se le ocurrió la ley de la fuerza, partiendo del supuesto de que existí­a una entidad que se llamaba fuerza o energí­a, que nunca ha comprobado, que hací­a moverse todo y organizaba el mundo, a la que se le pusieron leyes, como la de la gravedad o las de la evolución; después fue a la economí­a con sus fuerzas de producción y sus leyes de la oferta y la demanda. Y últimamente a la información, con la ley del Perro Bermúdez según la cual el que habla más es que sabe y los que escuchan son medio tontos.

 Gracias a cualesquiera de estas leyes, fuertes son los que derriban barreras y vencen obstáculos, que es como ellos llaman en lenguaje polí­ticamente correcto a los débiles. En privado les dicen estorbos. Los débiles, por su parte, son aquellos seres que cada vez que oyen que se va a aplicar todo el peso de la ley también tiemblan y se les hace cisco la panza porque saben que otra vez les va a ir mal, como siempre. Estadí­sticamente, los débiles conforman alrededor de las dos terceras partes de la población, no importa si se la mide a nivel familiar, nacional o mundial.

Los fuertes son, como su nombre lo indica, unos hiperdinámicos que se levantan temprano y ven en cada dí­a un nuevo reto a vencer, que les fascina competir y dejar fuera de la movida a sus oponentes, que les emociona pelear por los recursos disponibles que de todos modos saben los van a obtener porque ya son suyos, que les sienta perfecto el rollo de que hay que trabajar duro porque la vida es difí­cil, y que los que no trabajen, no peleen, no compitan y no se levanten temprano en busca de desafí­os deben asumir las consecuencias porque así­ es la ley de la vida; o sea que los que tienen la fuerza deciden cuáles son los actos y las obligaciones de todos los demás. Y como la fuerza de las circunstancias, que también es suya, les da la razón, no hay manera ni siquiera de opinar que no, en especial porque la debilidad no tiene con qué levantar la voz: Por esto, los débiles desconfí­an cada vez que alguien habla en nombre del derecho, de las instituciones, o de ellos mismos ("todos somos México", "las elecciones las hicimos todos"), para lo cual inventaron la voz preventiva "aguas".

 Desde el punto de vista de los fuertes, que según ellos es el único punto de vista que hay, los débiles son los que carecen de fuerza, que es la única cosa que se puede tener, de manera que la debilidad aparece como una falta, una ausencia, un defecto. Eso es incorrecto. Los débiles tienen ganas, ilusiones, aspiraciones, deseos; pero, ciertamente, no tienen fuerzas, porque esas no las usan y no les sirven para entenderel mundo ni para moverse en él, y, así­, lo que usan no son las leyes sino algo muy distinto, que son las reglas, como las de los juegos o las de urbanidad o las de la gramática, que se mueven con   impulsos más sutiles, como los de la belleza, el reposo, la fluidez, la ética, la sencillez, el cuidado, el estilo, y que tienen como objetivo que todos estén más a gusto, y se ehcan a perder apenas alguien se friega a otro. Curiosamente, de esta manera débil también es posible hacer una religión, una ciencia, una economí­a, una información y una polí­tica. Se concluirí­a que la debilidad es la capacidad de ser buena gente, cosa que por la fuerza no es posible.

 Actualmente, que todo se hace a fuerzas, debe entenderse que haya dí­as en que los débiles no quieran ni levantarse de la cama, o que les dé por el alcohol, o el estrés. O la envidia, que es la tentación de los débiles de cambiarse de bando. Pero también hay dí­as que ya no es posible tanta insolencia, en que eso ya no se vale, y entonces, así­, conforme a las reglas, y no a las leyes, se enojan, se quejan, se alebrestan, no se dejan, y cuando los fuertes que creen que los débiles están usando alguna fuerza la denominan violencia y aparece la consabida cantaleta de que nadie está por encima de las instituciones, y de que se va a aplicar el peso de la ley, y aguas.