¿Ganan los radicales?

Del Universal en lí­nea del 
26 de septiembre de 2006

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/35540.html 

Alberto Aziz Nassif

La polarización que se generó en la campaña electoral se ha
transformado en una complicada ruta de fractura social que presagia
ingobernabilidad. Una forma de leer lo que está pasando en la vida
polí­tica es como una lucha entre moderados y radicales. El caso de
Oaxaca es un ejemplo de cómo los radicales, de todos lados, están
rebasando a los moderados.

Fox,
Calderón y AMLO han terminado por despertar al México insurrecto,
pariente cercano del México bronco, al que el sistema prií­sta trató de
mantener dormido. Resulta una paradoja que este despertar haya sido
durante el primer gobierno de alternancia. Este México golpea a la
débil institucionalidad democrática, que sólo atraviesa sus primeros
años de existencia. No es al azar que estos personajes sean los
responsables, en grados variables, de haber llegado a este momento.
Tanto desde el poder, como desde la oposición, se ha abusado de los
marcos institucionales y se han manipulado sus lí­mites para sacar
ventaja en una brutal lucha por el poder. Por ninguna parte se ve que
los responsables del delicado momento que vive el paí­s hagan un alto y
menos una autocrí­tica. Lo único que se observa es la continuación de la
misma lucha por el poder, tanto desde la oposición como desde el
gobierno, tanto los que "ganaron" como los que "perdieron".

El
actual rompecabezas se encuentra en un momento difí­cil, las piezas ya
no embonan, ni los cambios de actitud del presidente, que ahora no deja
pasar un dí­a sin hablar de la fortaleza y el respeto a las
instituciones; o las "buenas intenciones" de Felipe Calderón, que todo
el tiempo hace llamados a la conciliación, pero, al mismo tiempo, no
termina de dejar atrás su discurso de confrontación que entonó durante
la campaña (la lucha del pasado contra el futuro, de los pací­ficos
contra los violentos). Por donde se vea, el presidente electo no logra
avanzar ni un paso en la famosa reconciliación, y no se ve cómo se
vayan a acercar las dos partes de una polarización que cada dí­a tensan
más la cuerda. Dicen que los que ganan no hacen autocrí­tica, pero en
esta ocasión la victoria pí­rrica del panismo deberí­a llevarlos a
entender que su triunfo no fue limpio,y que hasta en el Tribunal
Electoral -a pesar de que su dictamen fue más de balance polí­tico y de
opinión, que de lógica jurí­dica- reconoció el conjunto de actitudes
ilegales del proceso electoral.

Por la otra parte, AMLO se ha
radicalizado y se ha ubicado en la frontera del desacato mediante la
animación de un movimiento de resistencia social amplio. Sin duda, la
mejor forma de fortalecer un proyecto polí­tico de izquierda hubiera
sido constituir una oposición fuerte, vigilante e interlocutora, para
hacer un contrapeso al gobierno. Sin embargo, paradójicamente el
objetivo parecer ser otro: se trata de estorbar, de hacer ingobernable
el gobierno de Calderón. Para ello se ha montado una estrategia
múltiple: constituir un frente polí­tico, figura legal que mantendrá
unidos a los partidos de la vieja coalición; luego estará la formación
de un gobierno paralelo e itinerante (cualquier cosa que pueda
significar); y la cereza del pastel será tener a AMLO como "presidente
legí­timo". Salirse de la institucionalidad, "al diablo con sus
instituciones", o por lo menos romper con una parte (porque se desacata
el fallo del Tribunal, pero se hace el registro del Frente Amplio
Progresista en el IFE), es parte de una estrategia ambigua que presagia
el escenario de precaria gobernabilidad por el que atravesará México en
el futuro inmediato.

Las crí­ticas se multiplican. Desde el polo
"ganador" hay posiciones moderadas y también radicales, por el momento
parece que están en empate, por lo menos así­ se puede leer el pasmo
calderonista que no ha logrado articular una propuesta pública que
permita saber de forma mí­nima qué se piensa de la crisis actual y cuál
es la estrategia de salida. Del lado "perdedor" también parece que hay
una disputa entre moderados y radicales. Los que querí­an que de la
convención democrática saliera un jefe de la oposición, perdieron
frente a los que quisieron tener un "presidente legí­timo", empezando
por el mismo AMLO que así­ lo asumió. La primera pugna que ya se hizo
pública es la crí­tica de Cuauhtémoc Cárdenas, que sólo ha encontrado
respuesta en el insulto y en la rechifla popular. La confrontación de
liderazgos deja ver dos posiciones y dos estrategias dentro del PRD,
que hoy se disputan el derecho de quedarse con la representación
legí­tima de la izquierda y con el aparato.

Curiosamente la
moderación ha ganado algunas jugadas, como sucedió el 1 y el 15 de
septiembre, pero el discurso lo han ganado los radicales. La figura de
un "presidente legí­timo" es algo más que un hecho simbólico, será una
disputa permanente contra el Poder Ejecutivo, una estrategia de
confrontación cotidiana. Procesar decisiones del lí­der a través de
reuniones masivas, en donde se levanta la mano para aprobar la voz del
dirigente es, como apuntó un editorial: "Pasar del esperpento a la
amenaza real para las instituciones" (El Paí­s, 18/IX/2006).

El
problema con este escenario es que la moderación, esa que se necesita
para formar consensos y construir las reformas, tiene el riesgo de
quedarse en un discurso de buenas intenciones. El cuadro de
confrontación ya está también en el Congreso de la Unión, en donde el
Frente Amplio Progresista será la minorí­a opositora y radical, frente a
una coalición mayoritaria formada por el PAN y el PRI, que serán los
encargados de blindar los grandes intereses económicos.

En este
cuadro que nos ha dejado la radicalización de los actores, los sectores
moderados están completamente descolocados, sin fuerza y sin
posibilidad de contrarrestar la ofensiva radical. Más allá de la broma,
es trágico tener un paí­s que ahora tiene tres presidentes. El absurdo
es que ninguno tiene la capacidad para cambiar el escenario, Fox ya se
va, pero deja un grave problema polí­tico por haber tomado partido;
Calderón está a la defensiva, anda a salto de mata tratando de esquivar
una protesta que amenaza con no dejarlo ni tomar posesión; y AMLO ha
decidido apostar todo su capital polí­tico a la ví­a de una confrontación
con las instituciones. ¿Y el paí­s?

Investigador del CIESAS