De las mónadas y las monadas
Submitted by jpreciado on Vie, 09/29/2006 - 07:27
Como decía mi cuate el filósofo, no es lo mismo las mónadas de Leibnitz que las monadas de Sullivan. ¿La diferencia? Que a unas las puedes tocar y a las otras no. Unas son reales y las otras no. Que con unas chance y hasta te arreglas en el precio y te pasas quince minutos muy entretenidos. Y con las otras no.
Que Fox gobernara Foxilandia vaya y pase, pero que Calderón pretenda gobernar el mismo país como que ya no cuadra. Fox se inventó su propio reino y aprendió a vivir en él a sus anchas, lo gobernó maravillosamente y todos lo adoraban en sus fantásticas demarcaciones. En su país no había presidente más guapo, más carismático y más cumplidor. Pero que Calderón se haga las ilusiones de gobernar la misma nación como que, para chiste, ya está muy choteado y no te saca una mugre sonrisita.
No obstante, ésta parece ser la historia que nos espera para otros seis años.
Porque Fox -como es su costumbre- no se da por enterado del país que entrega. Está -como es su costumbre- convencido de que la pobreza, la desigualdad, la violencia y otros polvorines que hizo crecer con su desentendimiento, son invenciones envidiosas de sus detractores. Y aplicando la sana y útil filosofía oriental del Y yo por quéá (vaya frase para ingresar a la Historia), pasará la bomba de tiempo el 1 de diciembre a Fecal sin siquiera echarse a correr al extranjero como otros célebres antecesores. Así de convencido ha estado siempre de que no hay mejor país para vivir en el mundo que México (pese a lo que piensen en Canadá o en Finlandia, ilusos, dense una vuelta por Ixtapaluca o por Neza pa’ que vean lo que es vivir).
Pero claro, el problema no es ese. Finalmente con Fox no contamos nunca en seis años. Y algo de costumbre se arraigó en nosotros. Pero que Fecal quiera seguirle el juego como que ya calienta. Que le quiera copiar el estilo como que ya pasa de la burla.
Según Fox -como es su costumbre- no pasa nada en Oaxaca. Y Fecal -como ya se empieza a delinear- tampoco ve problema alguno; sigue metido en el papeleo antiséptico de las propuestas y las agenditas, los acuerdos que de todos modos no consigue. Meter las manos al lodo no es lo suyo. Oaxaca no se merece su prístina atención.
Según Fox, un muro más en la frontera no significa nada. Y Fecal, el Presidente del Empleoá, aprendiendo del maestro, hace caso omiso también, desentendiéndose del flujo de mexicanos que antes se iba al norte y que ahora se va a parar de tajo, demandando algo que hacer con su vida de este lado de la frontera. Once millones ya corretean el bolillo en la economía informal... pero eso no es problema, según el tantra neoliberal panista. Ya los pondremos a vender cachivaches en las banquetas, devedés en el metro o a pintar de verde su volkswagen. Who fucking cares (versión globalizada del A mí ni me vean cabrones, yo sólo soy el presidenteá).
Según Fox, el país está que rechina de limpio. Y Calderón, el pequeño saltamontes, baja la cabecita y asiente. 400 ejecuciones en Michoacán en lo que va del año no significan nada. Tijuana es Disneylandia. Guerrero es Ottawa.
México no es una entelequia, señor presidente electo Bájese del coche y pálpelo de a pie. México existe y, si se anima a dejar el papel y el lápiz, a lo mejor y hasta lo acaba de conocer. Fox le va a dejar un mugrero y, si no se faja, se le van a ir seis años capoteando problemas que, según su perfumada visión ideológica, debería llevar quince minutos resolver.
El país se llama México, no Foxilandia. Uno existe, el otro no. Como las mónadas y las monadas, pues. En uno se la tiene que rifar, señor presidente electoá, desquitar el sueldo, mostrar capacidad e inteligencia; en el otro -es cierto- basta con ganar todos los concursos de belleza y simpatía, cortar listones y volar al Vaticano en viaje de bodas cuando se pueda. Pero le tengo una sorpresa, señor encargado del poder ejecutivoá, el otro, el de mentiras, se lo vamos a cerrar para siempre el 30 de noviembre.
Y entonces, a trabajar con la realidad. A fajarse. A perseguir el bolillo, pues.
O váyase trabajando alguna bonita frase con la cual quiera ingresar a la Historia. (A mí, en lo personal, me gusta la de: A mí ni me reclamen, cabrones. El 2 de julio ni siquiera gané yoá).
Todos somos hijos de Pedro Páramo
