
De la fatalidad del voto y de los votos
Submitted by jpreciado on Jue, 10/12/2006 - 08:44
Sirva como fábula el cuento del patrón que contrata a un individuo equis. Las razones por las que se decide a contratarlo dejémoslas de lado (aunque podría ilustrar un poco el cuento si sospechamos que el individuo equis inició antes una campaña de odio contra los demás aspirantes al puesto). El caso es que, cuando el patrón contrata al individuo, pese a que se da cuenta de que su currículum deja mucho que desear, también nota una incómoda peculiaridad de letra chiquita en el contrato (que, por cierto, ya ha firmado): Deberá tolerar al contratado por seis años, sin importar si éste tiene un buen o mal desempeño en su cargo. Estará imposibilitado para deshacerse de él por las buenas o por las malas, sea efectivo o sea un perfecto inútil, cumpla sus promesas o se las pase por el arco del triunfo, demuestre capacidad o se esconda tras las faldas de su esposa, que diga... de alguna secre. Al patrón le toca apechugar con la ley de Herodes por seis largos años. Y a rajarse a su pueblo.
Horrible fábula, ¿no es cierto? Pero bueno... eso sólo pasa en el espantoso terreno de la imaginación. En la realidad algo así sería imposible. ¡No habría patrón en el mundo que cometiera la estupidez de firmar tal contrato!
¿O sí?
Que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. Así reza una espeluznante fatalidad con la que muchos nos hemos enfrentado: la fatalidad de los votos matrimoniales. ¡Dios ya ha echado el lazo y a rajarse a su pueblo! O, como quien dice... de aquí p’al real.
¡Pero hasta Dios tiene su lado chico, no hay que ser! Valga imaginar que el que pintaba para príncipe azul sale más bien descolorido, borracho, golpeador, mantenido e impotente. Hasta Dios sabe de consensos y no levantaría la voz si la afectada hace sus valijas y se larga a media noche. Hasta Dios pondría el grito en el cielo (naturalmente) si alguien le saliera a la susodicha con que se tiene que aguantar seis años por lo menos. Hasta Dios diría: En verdad os digo que no manchéis. O como quien dice: Errare humanum est.
Ulises Ruiz ya no dio el ancho. Y si su incapacidad tiene que ver con la rezonificación de los maestros o con el precio de las aguas en la plaza de Santo Domingo es cosa que ya no importa. El góber no pudo con el paquete. No es el supermán que prometió el PRI cuando lo promovió en las elecciones. ¿Que los oaxaqueños lo votaron? Cierto. Pero... errare humanum est. O bien, no manchemos. Habría que estar loco, ciego y secuestrado para no enterarse que los oaxaqueños prefieren quitar a su góber (y hasta admitir que fue culpa de ellos por haberlo votado) que seguir con el desmóder que ya les llega hasta el mezcal y el coloradito.
Pero con el cachondeadísimo pretexto del estado de derecho ( ¡Estado de derecho, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!á), se agarran a veinte uñas cierto tipo de garrapatas nomás para seguir chupándole la sangre al erario.
¿Falta un mecanismo para que los votantes podamos decir nos equivocamosá y quitar a un inepto del poder? Pues urge encontrarlo. Porque si no, llega cualquiera que, por ejemplo, nunca ha gobernado nada, ni siquiera un municipio chiquito, que ni siquiera fue jefe de grupo en la secundaria, y ya pretende gobernar el país. Por seis años además. Y nosotros, a apechugar porque así lo dicen las leyes (todas, hasta la de Herodes y la de Murphy), si es que resulta que en vez de príncipe azul...
Y a rajarse a su pueblo.
¡Oh, fatalidad!, clama el corifeo. Medea asesina a sus hijos, Edipo se saca los ojos, Pancho López se aguanta seis años. Porque eso mandan los fados. Y nada que hacerle. A pesar de que una voz, enorme y profunda, diga como un trueno: No manchéis. Porque ni Alejandro se lo tomó tan a pecho cuando de un golpe deshizo el nudo gordiano. O sea, nada es para tanto. Y de todos modos conquistó Oriente el compadre, que ni qué.
Fábulas infaustas, ironías malditas. El único puesto para el que se tiene asegurada la papa por seis años corriditos es el de mayor importancia de toda la nación. Ya quisiéramos usted o yo tal deferencia en nuestras respectivas chambas. Ya quiero verlo a usted diciéndole a su patrón, cuando quiera despedirlo: Usted me votó y ahora se friega. Su voluntad es sagrada. A rajarse a su pueblo
Fuera Ulises -primero- para demostrar que no hay determinismo. O montemos oráculos donde antes había universidades. Apresurémonos a hacer los votos correspondientes de pobreza, obediencia y callada resignación. Y que baje Zeus el día que quiera en forma de cisne a preñar colegialas.
Todos somos hijos de Pedro Páramo