Fox mete la pata otra vez

Noviembre 9, 2006
Al dí­a TX

Ruben Navarrette

El presidente mexicano Vicente Fox causó sorpresa, recientemente, en el norte de la frontera, cuando dijo que los mexicanos deben estar agradecidos por su ascendencia, y les pidió que imaginaran cómo serí­a su vida si hubieran nacido en Estados Unidos.

Bueno, en primer lugar, su viaje al trabajo serí­a mucho más corto.

No hay duda, Fox tiene el don de cometer errores. Comparó un cerco a lo largo de la frontera México-Estados Unidos con "el Muro de Berlí­n", se vanaglorió de que los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos "hacen trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer", consideró las medidas de protección de la frontera "vergonzosas e ignominiosas", y caracterizó al Proyecto Minuteman como una serie de vigilantes "a la caza de migrantes".

Quizás en esto último acertó. Pero ven lo que quiero decir.

Al principio, el espí­ritu campechano de Fox pareció introducir un cambio refrescante comparado con los polí­ticos tiesos del corrupto Partido Revolucionario Institucional, que controló la presidencia durante 71 años, antes de ser derrotado por el Partido de Acción Nacional, al que pertenece Fox, en el 2000. Fox también elogió a los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos como a "héroes" por sus contribuciones a la economí­a mexicana, más de 20,000 millones de dólares en enví­os de dinero a México, sólo este año.

Después, el vaquero se convirtió en aristócrata; de pronto, se mostró arrogante, entrometido y grosero. Estamos en un momento serio en las relaciones de Estados Unidos y México y a uno le gustarí­a pensar que el presidente de México un paí­s de 110 millones de personas es una persona seria con ideas serias.

Si eso es así­, y en este momento tengo mis dudas, no se desprende de los comentarios de Fox, en los que sugiere que los mexicanos tienen suerte de haber nacido en México en lugar de Estados Unidos.

Lo primero que a uno le llama la atención es la ridiculez absoluta del comentario. Imaginen que un lí­der diga algo así­ en un paí­s donde, según un estudio reciente, el 40 por ciento de la población migrarí­a a Estados Unidos si pudiera hacerlo. ¿A quién quiere engañar Fox? En ese escenario, los afortunados son los que tienen suficiente dinero para pagar a los contrabandistas, a fin de que los pasen a Estados Unidos, donde los trabajadores pueden ganar más en un dí­a de lo que ganan en un mes en su paí­s de origen.

No es que México sea un descalabro total. Funciona excelente para alguna gente. Quizás Fox deberí­a haber especificado su comentario, indicando que sólo algunos mexicanos tienen esa suerte. Los ricos, los que han recibido buena educación, los que tienen conexiones polí­ticas, los mexicanos de tez clara que hablan inglés, son los afortunados. Mientras se sientan en sus country clubs tomando un buen tequila, hablan de México y de todo lo que éste les ha proporcionado con adoración.

Los que tienen que huir a Estados Unidos para poder alimentar a sus familias son los otros, los pobres miembros de la clase obrera, de tez oscura y carentes de educación. Esos son los únicos mexicanos que la mayorí­a de los estadounidenses verán, sirviendo mesas y cortando el pasto, o esperando en las esquinas para que los contraten como jornaleros, la misma gente, quizás, que denuncia la inmigración ilegal.

Muchos estadounidenses desprecian a ese tipo de mexicano y probablemente nunca piensan que, del otro lado de la frontera, hay otro tipo de mexicano educado, refinado y privilegiado que, en realidad, desprecia a los estadounidenses. Después de todo, los únicos estadounidenses que ellos conocerán son los turistas groseros que van a Cancún o a Mazatlán y beben hasta enfermarse.

Esta élite mexicana constituye el electorado al que se estaba dirigiendo Fox con sus torpes comentarios, y ése es el motivo por el que el incidente no ha sido tratado como noticia al sur de la frontera. Para la clase alta mexicana, Fox sólo declaró un hecho indisputable.

Navarrette escribe para The San Diego Union-Tribune.