Reflexiones para una izquierda no subordinada

El articulo de Adolfo Gilly, abajo citado me ha recordado las eternas platicas con algunos de los integrantes de esta bitácora y que creo retrata muy bien lo que buscamos nosotros y muchas más persona que hemos decido no que darnos de brazos cruzados esperando un México para todos

Nuestra lucha por crear un espacio en la internet no esta supeditado a las elecciones y mucho menos a AMLO, hemos decido sumarnos voluntariamente porque creemos eso ayudará en algo. Pero en definitiva tengo claro que lo que pasa en México no tiene que ver con los partidos polí­ticos, las elecciones, se trata de la desigualdad, la pobreza y de como los grupos de poder se obstinan por pisarnos e ignorarnos.

Se trata de los primeros pasos que damos los ciudadanos para empoderarnos, para que el México que hoy no nos toma en cuenta, mañana sea de todos.

Por lo pronto, mañana nos vemos a las 7:00 AM, en el Zócalo del DF, parta gritarles a ellos que ha llegado a donde están con trampas y engaños.

Hacia 6 años espurios.

De la jornada en lí­nea del 30 de noviembre del 2006
http://www.jornada.unam.mx/2006/
11/28/index.php?section=opinion&article=018a1pol

Adolfo Gilly*
Reflexiones para una izquierda no subordinada


"El obradorismo reúne en el Zócalo de la capital a una enorme multitud de agraviados, empobrecidos, exasperados mexicanos y mexicanas despojados hasta de su voto" Foto: Alfredo Domí­nguez

1. Desde el fraude electoral de 1988, pasando por el asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994, hasta la manipulación de todo el proceso electoral de 2006, el neoliberalismo como orden económico-social no logra encontrar en México sus formas de legitimación polí­tica. Estamos hoy ante una ruptura de las reglas de reproducción del poder y, por lo tanto, ante una crisis de la relación de mando/obediencia consustancial al equilibrio de cualquier régimen polí­tico.

En otras palabras, estamos ante una situación de carencia de legitimidad y de fragmentación del poder polí­tico mexicano, que no hace a sus formas y ceremonias sino a su esencia como relación entre gobernantes y gobernados reconocida por todos. La tentación de resolver esta crisis mediante la violencia estatal es grande. Cada vez que en el pasado se cedió a ella los resultados fueron catastróficos.

2. La prueba indicial más cierta de la manipulación de los resultados electorales es, hasta el momento, el irremediable sinsentido jurí­dico del fallo dictado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sobre las elecciones del 2 de julio. Este fallo ha sido desmontado, pieza por pieza, en un impecable escrito del ex consejero Jaime Cárdenas, "Once absurdos jurí­dicos sobre el Tribunal Electoral". Los argumentos del Tribunal debí­an conducir a un nuevo conteo de los votos o a la anulación de la elección. Llevaron en cambio a declarar presidente electo a Felipe Calderón. Un proceso así­ manipulado no puede dar origen a un mandato legí­timo.

Ahora bien, esta ilegitimidad alcanza a los dos poderes surgidos de esas elecciones, el Ejecutivo y el Legislativo, ya que la manipulación afectó a todo el proceso electoral. En tal caso tanto el Presidente como la composición actual del Congreso de la Unión son ilegí­timos. No es admisible que diputados y senadores del FAP digan que la silla presidencial es "espuria" y sus curules no. Este dato de la realidad, aunque nadie lo aduzca, configura una crisis de reproducción de todos los poderes de la Federación.

3. La fragmentación del poder hace que éste tienda a regresar a sus componentes originarios: los poderes locales de los gobernadores y los caciques. De ahí­ la impotencia de los llamados "Poderes de la Unión" frente a los despotismos de los gobernadores Ulises Ruiz, Mario Marí­n, Enrique Peña Nieto y otros, y la importancia adquirida por la Conago y sus solidaridades internas: el poder de cada gobernador, del partido que sea, no se toca. El llamado poder del narco prolifera en los intersticios de esta fragmentación, y si bien sus efectos son deletéreos, no es lí­cito exagerar su autonomí­a.

4. La fragmentación hace también que los otros centros de poder real sean empujados a representarse en primera persona, en lugar de recurrir a la tradicional mediación de los polí­ticos. Cuatro pilares del poder real están hablando cada uno con su propia voz y sin mediaciones: el Consejo Coordinador Empresarial (y cada uno de los grandes empresarios y financistas); la Iglesia católica y sus jerarquí­as; el conglomerado PRI-PAN, nunca desmentido en casos graves desde 1939 en adelante; y Estados Unidos y su complejo militar-financiero en tanto potencia actuante en territorio mexicano. En medio de la crisis esos poderes deliberan en público, mientras relegan al personal polí­tico a un plano subordinado.

5. Por otro lado, la fragmentación ha desgarrado las redes imaginarias del poder polí­tico y desvalorizado sus sí­mbolos y sus rituales. Esta fractura acrecienta la presencia y la importancia de una serie de movimientos. Podemos ubicar a los tres más notorios:

a) el obradorismo, que duplica por su cuenta los sí­mbolos del poder, presiona desde las plazas para negociar dentro de las instituciones (incluido entre éstas el PRD) y reúne en el Zócalo de la capital a una enorme multitud de agraviados, empobrecidos, exasperados mexicanos y mexicanas despojados hasta de su voto;

b) la APPO, organizada como una red de organismos populares autónomos, y que desde esa posición de fuerza busca imponer a los poderes instituidos una negociación en condiciones favorables, sin declinar su propia autonomí­a;

c) el EZLN, con su Otra Campaña y el movimiento indí­gena, que desconoce en todo a esas instituciones (incluidos sus partidos) y no busca negociar ni tratar con ellas sino conectarse con los grupos subalternos organizados de múltiples maneras y hoy dispersos por todo el territorio nacional, para organizar a escala nacional una formación ajena a la institucionalidad y a cualquiera de sus fragmentos.

6. Las miradas de polí­ticos, analistas y comentaristas se centran hoy sobre las peripecias de la polí­tica institucional, sus partidos, sus polí­ticos de todos los colores, sus instituciones, sus querellas grandes y pequeñas. Es obsesiva la discusión sobre lo que ocurrirá o dejará de ocurrir en el Gran Escenario del Congreso de la Unión y alrededores.

Por el contrario, para una izquierda que no se subordine al universo institucional es esencial mirar y considerar lo que sucede en esas multitudes agraviadas e irritadas al extremo: quienes esperan de López Obrador; quienes se organizan por su cuenta en la APPO, en Oaxaca, en el Congreso Nacional Indí­gena; quienes van a decir su palabra en la Otra Campaña. Para entender y prever es preciso mirar allí­ y mirar desde allí­. Lo demás es marea de espuma envenenada.

7. Oaxaca y la APPO no son un caso aislado. Son como la válvula por la cual escapa a toda fuerza el vapor contenido en una olla a presión. Como siempre, autoridades, fuerzas represivas y polí­ticos quieren acabar con la válvula e ignorar la olla. En Oaxaca están aflorando la experiencia de organización, la violencia, la flexibilidad y la capacidad de negociación que es patrimonio de los explotados, ofendidos y despojados de México. No pelean el poder, sino una diversa relación no subordinada con el poder, y la consolidación de las relaciones autónomas internas al pueblo y a su movimiento. Piden lo que todo el paí­s exige: respeto y justicia. Hoy la medida de la situación de la nación mexicana está en Oaxaca, no en el Congreso de la Unión y sus batallas en el desierto.

8. En la polí­tica y los análisis de superficie, parece haberse puesto de moda ningunear o restar toda significación al periplo del Subcomandante Marcos y de la Otra Campaña; a las comunidades indí­genas organizadas de Chiapas; a la tenaz resistencia de Atenco, sus presos y sus perseguidos; a las asambleas indí­genas y populares que se van reuniendo y diciendo sus agravios, exilios, despojos, resistencias; al Congreso Nacional Indí­gena y a sus voceros y representantes. Las sorpresas pueden venir después para quienes dan por desvanecidos o secundarios a estos movimientos.

No tiene sentido proponer a esas fuerzas que se incluyan en la Convención Nacional Democrática, es decir, que se sumen a un movimiento en el cual no creen y se subordinen a su conducción y sus perspectivas, renunciando así­ a la razón de ser que han proclamado desde sus orí­genes. Serí­a, sin más ni más, un suicidio ético, polí­tico y organizativo. Otra cosa es pedirles no ignorar, desde su propia autonomí­a, la magnitud y las razones de la movilización popular que apoya a López Obrador.

9. El movimiento electoral de masas que dio quince millones de votos a la coalición Por el Bien de Todos ha sido ahora reagrupado en la Convención Nacional Democrática, bajo la conducción de Andrés Manuel López Obrador. Por sus objetivos y sus estructuras, no es un movimiento social: darle tal nombre serí­a confundir las cosas.

Tal como se organizó la CND el 15 de septiembre, su dirección nominal fue plebiscitada a mano alzada en una asamblea multitudinaria. No hubo ninguna Convención con discusión polí­tica y delegados. La dirección real quedó concentrada en la persona y el mando de López Obrador. En ningún momento la CND ha llamado, convocado o propuesto impulsar cualquier forma de organización desde abajo, autónoma y no clientelar, para luchar por los objetivos ahora fijados.

Quienes se hayan afiliado a la CND son declarados "representantes" directos de López Obrador en su calidad de "Presidente Legí­timo" y son investidos como tales mediante una credencial personal firmada por el mismo López Obrador. Es decir, un "Presidente legí­timo" dará mandato con su firma a millones de sus representantes, que serán entonces sus mandatarios, en lugar de que millones de votantes designen como su mandatario a quien elijan como presidente. Esta inversión de papeles, más allá de lo que puedan haber creí­do o entendido quienes la establecieron, define una relación unipersonal totalitaria entre dirigente y masa. Vuelvo a remitirme aquí­ a Elí­as Canetti, en Masa y poder, o a los Cuadernos de la cárcel, de Antonio Gramsci.

La forma de conducción polí­tica personal (el "liderazgo") de López Obrador no es heredera directa de Benito Juárez sino de Tomás Garrido Canabal, polí­tico tabasqueño de los años 30. El movimiento electoral de masas centralizado en su mando y en su persona corresponde a una tipologí­a definida y a una situación de fragmentación y de equilibrio catastrófico como la estudiada por Antonio Gramsci en la Italia de los años 30.

La escenografí­a de la "toma de posesión" en el Zócalo el 20 de noviembre, con el Presidente en figura solitaria que protesta con el brazo extendido, el águila inmensa detrás y toda la demás parafernalia ceremonial, parecí­a extraí­da de una pelí­cula de aquellos tiempos. Los sí­mbolos no son neutros: tienen sentido y mensaje, aunque sus diseñadores no lo sepan.

Grandes masas agraviadas y exasperadas pueden moverse tras tales direcciones y buscar por esa ví­a sentidas demandas que los desprestigiados politicastros dejan de lado. Es preciso tomarlas en serio y prestar atención a sus motivos y sus modos. Pero lo asombroso, y hasta desconcertante, es que tantos intelectuales y figuras polí­ticas de la antigua izquierda se alineen deslumbrados y acrí­ticos tras esa conducción.

10. La CND, el FAP y el PRD están en una situación intrí­nsecamente contradictoria. Por un lado dicen colocarse fuera de las instituciones existentes y en torno al "gobierno legí­timo" de López Obrador. Por el otro, forman parte del Congreso de la Unión cuyos textos legales deberán pasar por la sanción del Poder Ejecutivo, es decir, de Felipe Calderón. Por más que se diga, esta es una disputa dentro de las instituciones existentes, que busca modificar la relación de fuerzas internas mediante la presión externa de las plazas movilizadas. Es decir, que esta presión y sus formas organizativas ­la CND, en este caso ­ quedan subordinadas a la lógica de las instituciones declaradas "espurias". Para esta contradicción no hay escapatoria a la vista.

11. Quiero anotar aquí­, a modo de conclusión, algunas premisas para la organización de una izquierda no subordinada a las vicisitudes de la presente implosión en cámara lenta de las instituciones y sus legitimidades:

a) Mirar desde el lugar y las demandas de los oprimidos, explotados y subalternos.

b) Pintar una ní­tida raya con la ideologí­a de la izquierda institucional: donde ella dice "desigualdad", hay que escribir "explotación"; donde ella dice "pobreza", hay que escribir "despojo" y "racismo"; donde ella dice "polí­tica exterior", hay que escribir "alianza y unidad con América Latina" y "organización con los migrantes y los trabajadores en Estados Unidos".

c) Comprender los motivos y las experiencias por los cuales esas multitudes apoyan y siguen a López Obrador; y explicarlo sin subordinarse, sin crear ilusiones, sin confrontarse.

d) Conectar con ideas, acciones y razones lo que ya por todo el territorio en el pueblo está organizado o en ví­as de organizarse.

Mucho más de lo que suele pensarse, hay ya tantos y tantas que en sus hechos y en sus vidas, cada quien a su modo, están haciendo eso mismo. Estos son los otros fragmentos, aquellos que están buscando cómo unirse.