El caso Zongolica, mensaje para los inconformes, dicen indí­genas

El Financiero
José Reveles
Martes, 10 de abril de 2007

* Podrí­a ser venganza contra insumisos, señalan.
* Atacaron a la anciana porque es madre de todos.
* "No podemos aceptar que militares nos maltraten".

Tres semanas antes de que la septuagenaria indí­gena Ernestina Ascencio Rosario muriera -con violencia inusitada y agresión sexual multitudinaria perpetrada por soldados, según los pobladores. A causa de "una gastritis crónica mal atendida", dirí­a el presidente Felipe Calderón avalado por la CNDH-, habitantes de la sierra de Zongolica enviaron una carta de protesta contra abusos, robos y humillaciones, que militares cometieron en sus comunidades.

Miembros del 63 Batallón de Infanterí­a de la XXVI zona militar se aposentaron sin permiso, a finales de enero, en una parcela del poblado Soledad Atzompa (propiedad de Juvencio Romero); dispusieron arbitriamente de la leña que allí­ habí­a. Cuando el dueño de la madera protestó, oficiales le respondieron que le "hiciera como quisiera".

Luego fueron a casa de un vecino de nombre Emilio y le exigieron que les regalara unas tablas, a lo que él se negó.

"Todo el tiempo realizaron revisiones a los vehí­culos que pasaban. Eso no nos molesta, pues no tenemos nada que ocultar y no somos terroristas ni narcotraficantes", dice el escrito del 2 de febrero (EL FINANCIERO tiene copia) dirigido al jefe militar en Orizaba, con copia para el presidente de la República y el titular de Sedena. Agrega:

"Lo que no podemos aceptar es que los militares nos maltraten sólo por ser indí­genas nahuas, que nos traten como si fuésemos animales porque erróneamente suponen que no conocemos nuestros derechos".

Al final, el presidente municipal Javier Pérez Pascuala y el agente municipal de la Congregación Mexcala, Modesto Antonio Cruz, le exigen al mando militar "darnos garantí­a públicamente de que no volverán a maltratar a nuestros ciudadanos, que se les pagaran los pequeños bienes de que fueron despojados, que en adelante respetarán nuestros de por sí­ escasos bienes y propiedades, que respetarán nuestra investidura como autoridades comunitarias y municipales y que respetarán nuestro territorio y autonomí­a indí­gena".

Al dí­a siguiente, 3 de febrero, autoridades indí­genas de la zona y jefes castrenses se reunieron y levantaron un "acta circunstanciada" (copia en nuestro poder), en donde los soldados aceptaron pagar dos mil pesos por la leña y en el futuro pedir permiso para usarla o para instalarse en algún terreno de la comunidad. Firmaron el acuerdo el teniente coronel Alejandro Orozco Contreras y los cabos Edwin Alberto Martí­nez y Luis Miguel González.

Por ello, los orí­genes de la agresión a la anciana, se inclinan más hacia un "escarmiento" contra insumisos indí­genas que osaron confrontar al ejército.

Presidente "mal informado"

"La institución castrense está dando un claro mensaje a la sociedad mexicana de que este crimen pudo tener objetivos polí­ticos y militares", expresa en una carta enviada a Felipe Calderón este fin de semana la Asamblea General de Comunidades del Pueblo Nahua de Zongolica. Se le pide audiencia para exponerle el caso "sin intermediarios" y en tono comedido le dicen que los pueblos nahuas se niegan a creer que "atrás de sus palabras exista mala fe"; con toda seguridad "le informaron mal".

Expertos forenses y los propios dirigentes de pueblos de Zongolica se inclinan a concluir que la agresión documentada en órganos genitales de la anciana de 73 años pudo haberse realizado con instrumentos contundentes y no necesariamente por penetración de miembros sexuales. (Aunque la Sedena, en sus boletines del 6, 7 y 8 de marzo menciona "muestras de semen obtenidas del cuerpo de la occisa" que se estarí­an analizando. El viernes se desmintió a sí­ misma al decir que partí­a de la premisa de que estaban en manos de la procuradurí­a, pero nunca las ha recibido).

El Centro de Investigación de la Mujer difundió la opinión del sociólogo Arturo Neri Contreras: "Los soldados saben lo que significa una mujer mayor en las comunidades indí­genas. Ellas representan no sólo la autoridad, sino que también la tradición, la fuerza moral, son las madres de todos. Los militares lo aprenden bien en sus entrenamientos, en su aprendizaje de la guerra de baja intensidad contra las comunidades. Atacándola (a una anciana) están enviando un mensaje claro a los pueblos indios, a los sublevados y a los inconformes del paí­s: ésta es una guerra".