Una dosis de realidad

La constancia e insistencia del embate de los medios en contra de los manifestantes que se han decidido quedar por dí­as, por semanas, apoyando a López Obrador en los campamentos desde el Zócalo hasta la Fuente de Petróleos escapa de toda lógica, llega a extremos que ni siquiera después de una campaña de odio como la que vivimos a lo largo de los últimos años es de esperarse. Basta que el locutor hable de una obra de teatro que se escenifica a menos de cinco cuadras de Reforma para que, obligatoriamente, inserte un " ¡Pero no se olvide! Salga dos horas antes, que va a tener que cruzar el campamento de renegados revoltosos". Si la llamada telefónica pidiendo que lo complazcan con una canción viene de la zona de Cabeza de Juárez, el locutor -antes de perder la oportunidad, hasta huele a que cobran comisión por cada vez que se quejan- aprovecha para interpelar que su radioescucha es "muy afortunado por no vivir cerca de Av. Juárez, que ya sabe qué banda de criminales ronda por ahí­". En los noticieros y programas de opinión polí­tica de las principales cadenas comerciales -Monitor, Radio Fórmula y similares- hay que buscar con lupa para encontrar, de entre 24 horas de programación hablada, a un locutor que no se dedique a resaltar el caos en que vive nuestra ciudad. Me gustarí­a poderles comentar respecto a los noticieros televisivos, pero tiene ya rato que no me doy el -ejem- lujo de entretenerme viendo a periodistas tan comprometidos con la verdad, la imparcialidad y el apego a la verdad.
Sí­, no hace falta dudarlo: Me cuesta mantener el nivel de sarcasmo necesario para escribir el párrafo anterior.
A diferencia de casi todos los chilangos, yo soy un bicho muy peculiar: A diario, tengo que desplazarme menos de un kilómetro (obviamente a pie) para llegar a mi centro de trabajo. Es raro que me mueva más allá de los lí­mites de Coyoacán, y tí­picamente tiemblo ante la idea de cruzar más allá del Viaducto. Sin embargo, animado por la objetividad inobjetable de los objetes mediáticos, y aprovechando diversos compromisos personales, en las últimas dos semanas he tenido que cruzar la zona ocupada en varias ocasiones. Salí­, claro, listo para lo peor - Pero lo peor se negó a llegar.
Sábado a media tarde, el pretexto fue claro: Ir a ver cómo va el plantón, ir a ver si podemos ayudar en algo. Salí­ con mi esposa alrededor de las 5PM, con la consigna de acercarnos por Tlalpan tanto como pudiéramos, y ver un poco los campamentos de los diversos Estados en el Zócalo, y caminar un poco hacia Reforma. ¿Resultado? Prácticamente sin tránsito, llegamos en coche hasta el mismí­simo Zócalo. Le dimos una vuelta, y -aprovechando para entregar un par de garrafones de agua- nos detuvimos frente a un centro de acopio, del lado de Catedral. El Zócalo era un verdadero hervidero de gente de todo tipo, pero lo que más me sorprendió fue la cantidad de gente que vi llevando su pedacito de ayuda. Habemos muchí­simos simpatizantes que no decidimos por diversas razones no quedarnos a acampar, pero ayudamos en lo que podemos para que este movimiento de resistencia civil sea viable.
No quisimos estorbar a quien se acercara, fuera circulando alrededor del Zócalo o llevando más ví­veres. Se oí­an constantemente claxonazos rí­tmicos, alternando el famoso saludo a nuestra colectiva madre con toquidos de festejo futbolero. Llevamos el coche rumbo Reforma, y lo estacionamos a sólo una cuadra de la glorieta de Colón. Nuevamente, sin problema vial alguno. Y caminar por los campamentos, especialmente uno tan nutrido como el de Coyoacán (tendrá que ver, tal vez, que me identifico con el terruño, pero ver tal cantidad y densidad de tiendas de campaña y tal espí­ritu de camaraderí­a me llenaron de emoción), me cargó de una energí­a que, ante los embates de los medios y la casi nula perspectiva de que los resultados de la elección sean emitidos de modo que disipen las dudas que han surgido en todos nosotros, me era muy necesaria ya.
Un par de dí­as más tarde, el pasado martes fui a Polanco, alrededor de las 8 PM. Nada especial que comentar. Habí­a un ligero tapón a la altura de Chapultepec, el cual atribuí­ al plantón en Reforma... Pero curiosamente, este tapón vení­a de más al norte. cuando dejé el Periférico, al llegar a Palmas, seguí­a hecho pasta. Fuera lo que fuera, dudo que lo ocasionaran los simpatizantes de AMLO.
El dí­a de ayer fui invitado a dar unas conferencias en la ESIME Zacatenco. Decidí­ ir en metro. El recorrido Copilco-La Raza es directo y sin problemas. Creí­ que por la zona de Balderas a Guerrero, a las 9 AM, estarí­a insoportablemente pesado. No fue así­, y créanme, no lo digo por beneficiar a nadie. El metro se sentí­a perfectamente normal. Ese mismo dí­a regresé sobre Insurgentes, a bordo del coche de un amigo. Cruzar Reforma fue más fácil de lo que nunca lo habí­a tenido (con todo y que viví­ por tres años a cinco cuadras de esta glorieta).
Las tiendas y los restaurantes a lo largo de Reforma no parecen estar vací­os. Lo que es más, teniendo tanta gente -entre residentes temporales, mirones ocasionales y los turistas que simplemente quieren aprovechar para ver un pedazo de folklor y de historia- dudo que les convenga que termine el plantón.
Claro está, hay afectados, y no son pocos - Los vecinos de la larga zona desde donde inician las Lomas, Polanco, Juárez, Cuauhtémoc, Tabacalera, Guerrero y Centro tienen que buscar rutas alternas. Quien trabaja en oficinas en esta zona tiene que encontrar maneras ágiles de llegar, pues supongo qu eliminar cinco carriles de circulación en cada dirección durante las horas pico no puede ser resarcido ni con todas las callecitas laterales del mundo. Pero de ahí­ a clamar una afectación irreparable e insalvable a los millones de capitalinos (a varios colegas que viven en el interior del paí­s les cuesta entender cómo un bloqueo de 8Km no me afecta en lo más mí­nimo - ni a mí­ ni a la gran mayorí­a de los capitalinos), calificar de criminales y de violentos agresores (he de hacer notar acá un tremendo y claro non sequitur... ¡ ¿Violentos agresores?! ¡Por favor alguien explí­queme!) a algunas decenas de miles de ciudadanos comprometidos con un proyecto que puede iniciar un verdadero cambio en nuestro paí­s...
La insistencia del acarreo. He escuchado rumores de pagos desde los 50 hasta los 700 pesos diarios por pasar la noche en el plantón. ¡Por favor! Si esto fuera cierto, la mitad de nuestra ciudad estarí­a desierta, y todos estarí­amos viviendo del presupuesto. ¡Imagí­nenlo! ¡Salarios de $21,000 mensuales sólo por no dormir en la comodidad de mi cama! El sueño de cualquier mexicano de clase baja o hasta media. Basta, claro, con platicar con un par de personas que rompieron el cochinito para venir desde Guerrero o desde Durango... Gente que genuinamente no tiene nada que perder, gente que tiene a la mitad de la familia empeñada como ilegales en los Estados Unidos. Gente para la cual la torta y el atole que reciben tres veces al dí­a (aunque, claro, suministrada por vecinos comprometidos, no por el PRD o por el GDF - Insisto, basta asomarse para darse cuenta de la realidad) son realmente la diferencia, que les garantizan por lo menos el sustento hasta mañana, cosa que en su tierra -esperando la ayuda que llegará del otro lado de la frontera, gracias a las nulas polí­ticas de fomento al empleo digno que Fox simplemente no pudo impulsar- nunca es segura...
Pasear por los campamentos, cruzarlos por arriba o por abajo nos da una gran dosis de realidad. Una dulce dosis de cercaní­a con la gente más distante y más perdida de nuestra nación. Y una amarga dosis de la certeza de saber que en nuestro paí­s los verdaderos periodistas se están convirtiendo en especie amenazada, que hoy la única diferencia entre los noticieros matinales y los infomerciales del canal de junto es que con los productos que anuncian los noticieros no podremos bajar la barriga.
Triste realidad. Realidad prometedora. El movimiento, sin embargo, llega más allá que la dirigencia partidaria. ¿Hasta dónde llegará? ¿Nos tocará presenciar esta vez sí­ el momento en que el pueblo todo ponga un verdadero alto a la simulación en la que vivimos? ¿O volverá a suceder lo que siempre nos frustra cualquier posibilidad de cambio para bien?