Fox: el Nerón mexicano - Denise Dresser

Reproduzco para ustedes el texto Fox: el Nerón mexicano publicado por la reconocida pariodista Denise Dresser el pasado dí­a 28 de agosto en el periódico Reforma

Un periodista le pregunta a Vicente Fox cómo se siente al final de su sexenio. Y el Presidente responde: "Como un campeón, como todo un campeón, cerramos bien". El Nerón mexicano, contemplando cómo arde la ciudad, regocijándose con la belleza de las flamas mientras toca la lira. Diciendo que se siente "muy ligerito". Hablando, una y otra vez, del paí­s perfecto gobernado por instituciones impolutas. Interviniendo, una y otra vez, con declaraciones que provocan en vez de reconciliar. Gritando "Viva, viva, viva" mientras México se encamina lamentablemente a una confrontación mayor sin solución evidente, sin final feliz. Y el responsable, en gran medida, de ese desenlace hoy lo celebra.

México está en marcha, dice el Presidente que contribuyó a paralizarlo. México está en paz, supone el hombre que lo recibió así­ pero no lo entregará de la misma manera. El conflicto postelectoral se reduce a una calle, afirma un supuesto hombre de Estado que no supo ni sabe cómo serlo. Actuaré cuando tenga que actuar, sugiere quien desde hace un buen tiempo ha minado el monopolio de la violencia legí­tima. El culpable de un momento histórico despilfarrado; el Presidente de un gobierno de transición desaprovechado; el artí­fice de un entrometimiento mediático en la campaña electoral, que lleva a demasiados mexicanos a cuestionarla. Regodeándose, congratulándose, alabándose a sí­ mismo cuando ha contribuido a producir la tensión que ahora ignora. Alguien cuyas acciones y omisiones crearon las condiciones para un incendio polí­tico que actualmente nadie sabe cómo apagar.

Si Vicente Fox hubiera emprendido la revitalización de las instituciones, AMLO no hablarí­a de refundarlas tajantemente. Si Vicente Fox hubiera apoyado la reforma del Estado, AMLO no propondrí­a su destrucción. Si Vicente Fox hubiera gobernado en función del interés público, AMLO no fustigarí­a la imposición de los intereses privados. Si Vicente Fox no hubiera puesto a las instituciones al servicio del desafuero, AMLO no podrí­a descalificarlas un dí­a sí­ y al siguiente también. Si Vicente Fox no hubiera inundado al paí­s con sus spots, muchos mexicanos no cuestionarí­an la equidad de la contienda ni exigirí­an su anulación. Si Vicente Fox no hubiera producido un vací­o de poder, AMLO no podrí­a llenarlo y para mal como lo hace en estos dí­as. Uno cometiendo errores y el otro aprovechándolos. Uno barnizando con gasolina la puerta carcomida y el otro incendiándola. La causa y la consecuencia. El problema y el sí­ntoma.

El movimiento contestatario y confrontacional que AMLO ha logrado armar existe -en buena medida- por todo aquello que Vicente Fox tendrí­a que haber hecho y no hizo. Por todo lo que tendrí­a que haber atendido e ignoró. Por todo lo que tendrí­a que haber empujado y postergó. La necesidad de renovar el andamiaje institucional, en vez de sólo aplaudirlo. La necesidad de reformas que permitieran la construcción de mayorí­as legislativas estables, en vez de la apuesta a la colaboración ad hoc con el PRI. La necesidad de reformas que fomentaran la competencia en sectores cruciales, en vez de obstaculizarla como ocurrió con la ley Televisa. La necesidad de enfrentar a actores atrincherados en el mundo sindical, en vez de fomentar acuerdos subrepticios con ellos y después pagar el precio por ello. La necesidad de comportarse como el Presidente de todos, en vez de actuar a lo largo de la campaña como el principal porrista del PAN. Vicente Fox odia a Andrés Manuel López Obrador, pero ha contribuido a su existencia.

Por tantos errores cometidos, tantas oportunidades perdidas, tantas llamaradas alimentadas. Las ambiciones de Marta Sahagún y el tiempo que México perdió especulando en torno a ellas. La preocupación presidencial con la popularidad como un mecanismo de gobernabilidad. La obsesión por promover "las reformas estructurales que el paí­s necesita" sin pensar en cómo construir consenso social o polí­tico para ellas. La aventura desafortunada del desafuero y la desconfianza entre la izquierda que tanto nutrió. La frivolidad, los excesos, la complacencia, la vida polí­tica del paí­s conducida por alguien sentado en un balcón, abanicándose desde allí­. Y que cuando finalmente actúa, lo hace de la peor manera. Con parcialidad. Con impericia. Entrometiéndose en una elección cuya defensa ha dificultado. Sacralizando instituciones que distan de ser tan perfectas como las presenta. De nuevo, ignorando la realidad que lo rodea mientras se dedica a alabarla.

Por eso ahora que llama a la concordia, muchos no quieren escuchar. Por eso ahora que convoca al diálogo respetuoso, muchos recuerdan cuando él mismo lo saboteó. Por eso cuando invoca el espí­ritu de concordia de Javier Barros Sierra, su propia hija rechaza la comparación. Por eso cuando dice que "no hay cabida para las imposiciones", muchos recuerdan las de Marta Sahagún. Por eso cuando argumenta que las leyes no pueden estar sujetas a caprichos o intereses personales, muchos recuerdan cómo lo estuvieron a lo largo del sexenio. Por eso cada vez que Vicente Fox habla del paí­s de instituciones sólidas, muchos se preguntan dónde están. Más aún cuando el Presidente declara ganador claro -ante los corresponsales alemanes- a Felipe Calderón antes de que el Tribunal Electoral lo haya hecho. La Presidencia paralizada que después se convirtió en la Presidencia parcial y por ello ha perdido la capacidad para actuar como bombero. Para apagar fuegos en lugar de contribuir a su expansión.

Por eso es tan preocupante que insista tanto en ir al Congreso a rendir su último Informe, cuando bien podrí­a enviarlo por escrito. Por eso es tan controvertido que se empeñe en dar el grito en el Zócalo, cuando bien podrí­a hacerlo en Dolores. Por eso es tan delirante que algunos exijan que se comporte como un "auténtico jefe de Estado" con el uso de gases lacrimógenos. Por eso es tan peligroso que algunos pidan su intervención decidida mediante el uso de la fuerza pública, cuando ha demostrado su incapacidad para hacerlo sin violencia en otras coyunturas. Por eso es tan estremecedor leer lo que declara en una entrevista con The New York Times: "No puedo anticipar las cosas. Pero cuando las cosas sucedan, asumiré mi responsabilidad". Porque con ello, parece sugerir que su responsabilidad es dejar de tocar la lira y montarse en la tanqueta. Confrontar. Exacerbar. Satisfacer las demandas populares de contención y retribución. Actuar tal y como lo hizo Nerón con los cristianos después del gran incendio en Roma. Crucificando a sus adversarios para después terminar chamuscado por la violencia que desató.