La crisis del sistema presidencial

En México vivimos uno de los más claros exponentes de un sistema presidencial - Y en su agoní­a durante los últimos nueve años hemos visto claramente lo que describe Jaime Cárdenas, académico del Instituto de Investigaciones Jurí­dicas de la UNAM en este artí­culo publicado el pasado martes 28 en El Financiero. Lo reproduzco a continuación.

Los sistemas presidenciales como lo señalan teóricos tan importantes como Linz, Ackerman y Valenzuela, son promotores de crisis polí­ticas. El sistema presidencial no está bien equipado para resolver los problemas de pluralidad y heterogeneidad de las sociedades contemporáneas. No es un sistema incluyente, por el contrario, es un sistema que excluye y divide a los actores polí­ticos y sociales. Cuáles son las razones para afirmar lo que aquí­ sostengo:

  1. Es un sistema que promueve juegos de suma cero. Es decir, quien gana la contienda presidencial se queda con todo: Las posiciones polí­ticas, el ejercicio del presupuesto, la orientación de las polí­ticas públicas. El candidato perdedor no conserva espacios polí­ticos, ni tiene de manera institucional, posibilidad de influir en la orientación del gobierno ni en el diseño de las polí­ticas públicas. En los sistemas parlamentarios, la figura del jefe de la oposición y el shadow cabinet tienen una posición central dentro de las instituciones. Pueden influir institucionalmente en las polí­ticas públicas y en el diseño y orientación de las mismas. Si México, en lugar de contar con un sistema presidencial fuese un sistema parlamentario, Andrés Manuel López Obrador y su gabinete legí­timo tendrí­an un espacio dentro de las instituciones y serí­an valorados positivamente dentro de ellas. Como nuestro sistema es presidencial, el lí­der opositor queda postergado de la vida institucional y, su labor de propuesta y de crí­tica al gobierno en turno, tiene que realizarse marginalmente y sin reconocimiento, además de ser vista como elemento de desestabilización, pues no existe el ámbito institucional para participar en el desarrollo nacional.
  2. Es también un sistema que tiende a su deslegitimación, sobre todo cuando la diferencia electoral entre el candidato presidencial ganador y perdedor es mí­nima. El candidato perdedor puede no aceptar el resultado electoral y deslegitimar al sistema en su conjunto. Es decir, la fragilidad institucional del sistema presidencial pone en crisis a todas las instituciones.
  3. El sistema presidencial produce un pésimo impacto en el sistema de partidos. Los miembros del partido perdedor no tienen espacios institutcionales de participación y por tanto no hay estí­mulos para mantener la disciplina y la cohesión dentro del mismo. En cuanto a los miembros del partido ganador, su respaldo no es fundamental para el presidente; éste en teorí­a puede gobernar con ellos o sin ellos, principalmente porque el presidente no debe el mantenimiento de su cargo al apoyo de los miembros de su grupo parlamentario. El presidente está por encima del parlamento.
  4. El sistema presidencial produce gobiernos divididos. En México desde 1997 se presenta este fenómeno, en donde el presidente no tiene el apoyo del Congreso para sacar adelante sus propuestas, con las consecuencias de gobernabilidad y estabilidad que de ello resulta. En el futuro nacional será muy difí­cil que el candidato presidencial ganador tenga al mismo tiempo la mayorí­a en el Congreso. Ese hecho pone en crisis a todo el sistema. No hay estí­mulos para el acuerdo entre los poderes.
  5. El sistema presidencial no promueve el consenso. En el sistema parlamentario el consenso es obligado: la supervivencia del primer ministro depende del apoyo del parlamento y el mantenimiento del parlamento depende de la voluntad del primer ministro. Lo anterior porque el primer ministro puede disolver el parlamento y convocar a nuevas elecciones y, el parlamento, mediante una moción de censura, puede destituir al primer ministro. La presidencia para su subsistencia no depende del parlamento y viceversa.
  6. Como lo demuestran Alfred Stepan y Cindy Skach, el sistema presidencial es más inestable que el parlamentario. Durante el siglo XX, el mayor número de paí­ses en donde hubo golpes de estado y regresiones autoritarias fue en sistemas presidenciales y no en los parlamentarios.

Éstas y otras razones demuestran que el sistema presidencial para México es inviable y que la primera reforma institucional que necesita nuestro paí­s consiste en cambiar el presidencialismo y sustituirlo por el presidencialismo.

Tras esta interesante lectura, y tras haber tenido este tema en mente ya por un buen rato, no puedo más que preguntarme: ¿cuál es el camino a transitar para una verdadera reforma del aparato polí­tico mexicano? Me queda claro, como indica el autor, que un sistema presidencial sólo funciona en un régimen de partido único (como en los soviéticos o bajo el prií­smo mexicano) o, si mucho, bipartidista (como en Estados Unidos) - Al tener, como es nuestro caso actual, tres partidos principales con fuerzas semejantes, el sistema naturalmente se estanca. Ahora, ¿cuál es el camino a transitar para cambiar de sistema? No es un asunto menor. No es cambiar una ley o dos - es una reforma constitucional mayúscula, que bien podrí­a desembocar en un escenario completo de asamblea constituyente. ¿Qué hace falta para que en México un gobierno -sea éste encabezado por quien sea- se dé a la tarea de dar un paso tan complejo?