Triste toma de posesión

Reproduzco a continuación la columna de Héctor Vázquez Tercero, publicada el 4 de diciembre en El Financiero.

Comparto con los lectores lo que dejaron en mi ánimo los hechos en torno a la toma de posesión de Felipe Calderón como presidente de los Estados Unidos Mexicanos este 1 de diciembre
Se trató de la ascensión al poder más atí­pica, desconcertante y triste en la historia de México, por lo menos de lo que recuerdo y que me ha tocado vivir.
Ver en pantalla los enfrentamientos en el recinto de San Lázaro entre los legisladores del PRD y del PAN para adueñarse del sitio, fue algo que nos debe avergonzar como mexicanos. Observar una seremonia de medianoche en Los Pinos, desorganizada y patética, que daba pena ajena, fue desconcertante. Contemplar la salida de Vicente Fox del hotel Camino Real para dirigirse al Palacio Legislativo ostentando la banda presidencial que unas horas antes habí­a entregado a Felipe Calderón, fue indignante. Ver los jalones entre legisladores panistas y perredistas y el personal encubierto del Estado Mayor Presidencial, en la mañana del 1 de diciembre, para que Felipe Calderón y Vicente Fox pudieran presentarse efí­meramente en la tribuna legislativa, el primero para rendir la protesta que marca la Constitución y el segundo para mofarse de sus opositores, fue algo patético.
Con todo esto, México, uno de los diez paí­ses más importantes del mundo, se ganó a pulso el derecho de ser noticia internacional no por una cosa loable sino por algo vergonzante. Culpo a Vicente Fox de tamaño problema. Como dijo Muñoz Ledo en su artí­culo semanal de El Universal del jueves: «Por su incapacidad, torpeza y vulgaridad, fue siempre el Alto Vací­o de la presidencia de México ».
Pasado el trago amargo, qué bueno que ya tenemos un nuevo presidente de la República, que seguramente y a pesar de su conservadurismo, será mucho mejor que su antecesor. Me cuesta trabajo decir «mejor », ya que mi calificación personal sobre Vicente Fox es muy baja si no es que nula. Pasará a la historia por lo menos por un par de circunstancias: haber sido el hombre carismático que logró instaurar la alternancia en nuestro paí­s y haber sido el «señor alto de bigotito, esposo de la nefasta Martha Sahagún »; ésta, quien con su desmedida ambición e incultura pretendió sucederlo, arrastrando al paí­s a una etapa de desencuentros y desunión. Será difí­cil saber por qué se recordará más negativamente a Vicente Fox: si por su fracaso económico o por su desastre polí­tico.
Paralelamente, el movimiento de López Obrador no ha pasado a mayores. Muchos creí­an que el objetivo de AMLO era evitar la asunción al poder de Felipe Calderón este 1 de diciembre, y esperaban violencia. No obstante que Vicente Fox se encargó de encumbrarlo con el desafuero y después derrotarlo en las urnas en mala lid, antidemocráticamente, AMLO no come lumbre. Simplemente, éste cumplió su propósito de enturbiar la toma de posesión del presidente, que llama espurio. Será permanentemente una piedra en el zapato para Felipe Calderón, como lo fue para Vicente Fox. Sin embargo, yo espero que el actual presidente sepa legitimarse con un buen gobierno.
Esto me lleva a opinar acerca del nuevo gabinete. Felipe Calderón no cumplió su promesa de integrar un gobierno de unidad o de coalición. Ni siquiera dio explicaciones al respecto. Sobre la composición del gabinete, nada hay de extraordinario, pero tampoco de negativo en términos generales. En su mayor parte sus integrantes son de extracción panista; espero que le cumplan; por lo menos, quedó atrás la locura de los head hunters, la desmesura de los coordinadores presidenciales y toda la faramalla del gabinetazo del gobierno anterior. Simplemente es y será un gabinete de derecha. Por problemas de «género » se coló una diplomática de carrera, que podrí­a pensarse que es de extracción priista. Sin embargo, en el gabinete «ampliado » sí­ hay representantes del antiguo régimen, aunque del ala tecnócrata.
En cuanto a los lineamientos del programa de gobierno trazados por Felipe Calderón en la ceremonia «particular » en el Auditorio Nacional, de verdad no hubo grandes pronunciamientos ni novedades. Quedó atrás la grandilocuencia de presidentes como López Mateos y López Portillo. Me llamó la atención positivamente su decisión de bajar su salario y el de los altos funcionarios del gobierno, en tanto se revise una ley de sueldos de los servidores públicos. Los gobernantes y servidores de extracción panista han sido en el pasado reciente de los más abusivos en esta materia. Igualmente me gustó la oferta presidencial de hacer que el mercado interno sea el motor del crecimiento, aunque son frases que el viento se lleva. El gran ausente fue la necesidad de restituir el papel del Estado como promotor del desarrollo y dejar de creer que el mercado todo lo resuelve.